La Habana. - Uno de los últimos países socialistas del mundo, Cuba, conmemora hoy el 40º aniversario de la proclamación del carácter socialista de su revolución, en medio de dificultades económicas y la agudización del bloqueo de Estados Unidos, considerado el más extenso en la historia de la humanidad.
Los once millones de cubanos están inmersos en una batalla por su supervivencia, con la ansiedad de comprobar si el moderado pero sostenido repunte que registra actualmente la economía pondrá fin al deteriorado nivel de vida que les afecta desde la debacle del socialismo en Europa.
El carácter socialista de la revolución fue proclamado por el presidente Fidel Castro el 16 de abril de 1961, en los funerales de los militares caídos durante una serie de ataques aéreos en distintos puntos de la isla como preludio de la invasión anticastrista de Playa Girón (Bahía de Cochinos).
Acosado desde hace cuatro décadas por su poderoso vecino, Estados Unidos, y desaparecidos sus principales aliados políticos y socios comerciales, la Unión Soviética y los regímenes socialistas de Europa del Este, el gobierno cubano inició una calculada apertura económica en agosto de 1993.
La desintegración a principios de 1990 del campo comunista europeo fue una dura prueba de resistencia para el gobierno del único país de sistema socialista del hemisferio occidental, que de un sólo golpe se quedó sin la importante ayuda financiera y material que durante tres décadas le prodigó Moscú.
Retórica y pragmatismo
Ante los sucesos que impactaban a la isla, Castro afirmó: "Si el destino nos asignara el papel de quedar un día entre los últimos defensores del socialismo, sabríamos defender hasta la última gota de sangre este baluarte".
La supervivencia del gobierno en estos últimos años no ha sido fácil, pero quienes tras la debacle socialista en el mundo decretaron el principio del fin del castrismo tuvieron que aplazar sistemáticamente su apuesta.
Para impulsar la pauperizada economía, las autoridades despenalizaron la tenencia de divisas y liberalizaron el dólar, autorizaron el trabajo por cuenta propia, entregaron parcelas estatales de terreno a agricultores privados y otorgaron facilidades para la inversión extranjera.
En el período de 1991 a 1994, el país perdió prácticamente todos sus mercados tradicionales y su capacidad de importación se redujo en un 70 por ciento, a cerca de 2.000 millones de dólares que se invierten, principalmente, en combustibles y alimentación.
Simultáneamente, el nivel de vida de la población bajó en esos años en forma drástica, debido a la escasez de productos de la canasta básica, que debían adquirirse en la economía sumergida o mercado negro.
Los primeros frutos de las cautas reformas económicas iniciadas hace siete años inyectaron optimismo al discurso oficial, y los líderes gubernamentales opinan desde finales de 1995 que, tras tocar fondo la recesión, se mantiene una modesta pero sostenida recuperación.
Según funcionarios cubanos, se avanza en el recorte del déficit presupuestario y el exceso de liquidez monetaria y se han logrado índices positivos reflejados en un crecimiento de alrededor de un 4,5 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI).
Pero la estrategia que buscó impedir el colapso de logros sociales como la educación y la salud pública gratuitas todavía no se ha reflejado en el deprimido consumo de la población y persisten los rezagos acumulados en un lustro de aguda crisis.
Entre 1989 y 1994, el PBI cayó en un 35 por ciento, en tanto el producto per cápita descendió en un 38 por ciento, según cifras del Ministerio de Economía y Planificación.
La existencia de un mercado, en dólares, pesos convertibles y pesos cubanos, se ha convertido en fuente de disparidades económicas y sociales, al provocar una redistribución del ingreso y colocar a la cabeza del consumo de bienes y servicios a quienes reciben divisas.
La aplicación de mecanismos de economía de mercado tiene como contrapartida la aparición de algunos nuevos ricos, incipientes signos de corrupción, "jineterismo" (prostitución), proxenetismo y drogas, asociadas al turismo extranjero.
Ante la eventual consolidación de la recuperación económica, el gobierno tiene entre sus retos futuros superar la escasez crónica de alimentos, vivienda, electricidad, transporte y medicamentos, problemas que agobian a los cubanos.
En este sentido, las reformas que buscan orden, eficiencia y rentabilidad traen aparejado el fantasma del desempleo, aunque las autoridades insisten en público y en privado que nadie ha quedado desamparado en el proceso de depurar las infladas nóminas de las empresas estatales.