Sergio Roulier
Belgrano es uno de los barrios más tradicionales y clásicos de Rosario. Su historia la marcó el ferrocarril que hoy lo divide. Sin embargo, el progreso de la ciudad le quitó las diferencias sociales entre sus habitantes. No hay asentamientos precarios, la gente es bien clase media y cuenta con todos los servicios. Las zanjas y la falta de pavimento definitivo le impiden ser una zona residencial. El centro comercial creció mucho, pero no tanto como para competir con sus vecinos Echesortu y Fisherton. El ritmo de sus calles y el andar de la gente tiene códigos suburbanos, pese a que en el mapa parece una ciudad dentro de la gran urbe. Su origen se remonta a fines del siglo XIX cuando todo era campo y don Nicasio Viola urbanizó la zona para fundar un pueblo al que llamó Eloy Palacios. El poblado pasó a denominarse Vila y luego, Belgrano. Las calles principales (Mendoza, Provincias Unidas, Córdoba) y los medios de transporte fueron el nexo con el centro. Hoy también lo son con el único servicio de troley que hay en la ciudad y tres grandes avenidas con sentido este-oeste. El corazón late en las cuatro plazas de Mendoza y Provincias Unidas. Los vecinos dicen que allí está la rotonda más grande del país. Ese es su punto de referencia, para el encuentro de los enamorados y el jardín público de los niños. Territorio de infinitos relatos escolares y aventuras nocturnas de los no tan chicos. No es un barrio de noche. La diversión está en otro lado. Los clubes acaparan la atención de los deportistas y los timberos y pasaron a ocupar el lugar de los potreros que ya no existen. Además, son testigos de un pasado que dio figuras de reconocida trayectoria en el deporte nacional, quienes no se borraron de la memoria barrial, como por ejemplo Alberto Demiddi. En su mayoría lo habitan familias y gente mayor, acostumbrados a las reuniones en casa y las salidas para las compras. El centro comercial extendió sus brazos por varias cuadras y diversificó las ofertas. Claro que en los rubros más solicitados como supermercados y almacenes triunfaron los grandes de Circunvalación. Pablo (28 años) nació y creció en el barrio. Vio cómo sus vecinos se inundaban en cada lluvia. Y celebró junto a ellos la construcción del Emisario 9 que cambió la vida del lugar. "El crecimiento vino de la mano de los servicios", asegura don Dante, que vive allí desde hace medio siglo. Se formaron consorcios barriales para traer las cloacas y el gas. Fueron procesos problemáticos que alzaron la voz de los vecinos por los costos y el manejo del dinero. Todavía hay gente que no tiene las conexiones hechas. Sin embargo, no hay grandes diferencias sociales. Quizás en las inmediaciones de las vías, y hacia el oeste, es donde más se notan. Es un barrio en el que no hay bolsones de pobreza, más allá de algunas casas humildes al lado de modernos chalets y edificios históricos ocultos entre las cortadas. La prolongación de Pellegrini, inaugurada el año pasado, fue paradójica para el barrio. A algunos los encerró detrás del paredón del viaducto y a los comercios de Provincias Unidas les sacó los clientes que antes paraban y hoy siguen de largo. La obra terminó con una avenida de tierra y le dio otro acceso a la ciudad. Pero requiere de una continuidad en cuanto a mejoras en el tramo que va desde Provincias Unidas hasta Avellaneda, algo ya proyectado por el municipio. Andrea se fue del barrio y volvió. Jorge ya está acostumbrado a su casa de la calle Brasil y se mudaría más al centro de Belgrano. Nancy no viviría en otro lugar. Son los habitantes del barrio, tan acostumbrados a viajar en la K, pasear por las cuatro plazas e ir a misa a la parroquia San Antonio de Padua.
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