Año CXXXIV
 Nº 49.088
Rosario,
domingo  15 de
abril de 2001
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A 14 años de la asonada militar, José María Vernet rompe el silencio
Los días en que Rosario decidió hacerles frente a los carapintadas
El ex gobernador desmitificó la "lentitud" de Alais y reveló detalles sobre el detrás de la escena del "Felices Pascuas"

Carlos Vallejos

"Felices Pascuas" le dice con ironía y a modo de saludo el ex presidente Raúl Alfonsín a José María Vernet cada vez que lo ve. A pesar de que han pasado 14 años desde aquella Semana Santa en la que el ignoto coronel Aldo Rico puso de rodillas a la democracia y se acuñó la palabra "carapintadas", el ex gobernador santafesino recuerda con sorprendente precisión aquella pesadilla golpista, de la que fue un protagonista clave en la defensa del Estado de derecho.
Vernet decidió romper el silencio sobre lo ocurrido en esos días -y sus consecuencias- ya que entiende que poco se ha dicho de esa "vergüenza de la democracia, que fue tapada por los dirigentes". Quizá la larga charla del ex gobernador con La Capital pueda sintetizarse en este desencantado comentario: "Con las vueltas de la vida, tanto (Ernesto) Barreiro (el mayor que encendió la mecha de la rebelión al no presentarse a la Justicia y atrincherarse en un regimiento cordobés) y su equipo como Rico son hoy más políticos que nosotros".
El ex gobernador desarticula algunos mitos (como la lentitud del general Ernesto Alais y la famosa pueblada), opina que él no hubiese negociado con Rico (aunque Alfonsín siempre negó haberlo hecho), y da sus razones. Cuenta como Santa Fe se puso a la cabeza de un movimiento antigolpe trasladando la Gobernación al Concejo Municipal de Rosario, donde montó "junto a 10 ó 12 personas" la Operación Semana Santa.
"El jueves (16 de abril del 87) me llama el Changui (Cáceres) y me dice lo que está pasando. Yo no sabía nada. Ahí empezamos el operativo. El escenario era muy diferente, el Ejército era muy fuerte y no había tanta gente del lado nuestro", relata Vernet.

El objetivo de máxima
De ese momento recuerda un discurso que dieron ambos en la Gobernación que giró en torno a la defensa de la democracia: "En última instancia eran los objetivos de aquel primer gobierno. No había otro objetivo en el 83, después de 40 años de golpes".
Luego volaron a la Casa de Rosada y se entrevistaron con Alfonsín "que estaba en un estado emocional difícil. Me dice «vamos a resistir en Tandil». Lo vi con una actitud muy a lo (Salvador) Allende".
El alzamiento carapintada, según sus protagonistas, no fue un intento de golpe. Incluso Alfonsín así lo aceptó. Rico siempre dijo que fue una protesta interna en contra del generalato y en procura de terminar con los juicios a los militares por la represión. Vernet nunca lo creyó así. En Buenos aires se entrevistó con el entonces jefe del Estado Mayor del Ejército, Héctor Ríos Ereñú, y le preguntó si le habían ofrecido encabezar un golpe. "No me contestó, pero me dijo que nunca lo iba a dar", revela el Tati. "Yo creo que se lo propusieron pero él prefirió ser leal y democrático", reseña Vernet, quien durante toda la entrevista habló en plural, dando por sentado que las decisiones no las tomaba en soledad.
Ya viernes, de regreso a Santa Fe, se decide el traslado de la Gobernación. "Le propuse a Cáceres hacernos fuerte en Rosario y nos juntamos en el Concejo", recuerda. Ya las tropas de Alais iban rumbo a Buenos Aires. Había salido con una columna de tanques el jueves a la noche.
"Con Alais se cometió una injusticia, pergeñada por los servicios de inteligencia", dice Vernet y cuenta uno de los diálogos que mantuvo con el general: "Cuando le pregunté si iba a atacar me contestó que él tiraría el primer cañonazo. En realidad fue parado en Zárate por el gobierno radical. Jaunarena y el presidente no querían que avance porque en todo momento intentaron un acuerdo con los amotinados".
El operativo implementado por Vernet en Rosario fue calificado por gente que permaneció a su lado en el Concejo como brillante, con un único objetivo: movilizar a la población. "En ese momento estábamos exacerbados; yo tenía la vida jugada, pero la gente no lo vivió así. Uno la veía por la calle y andaba comprando roscas de Pascuas. Acostumbrada a los golpes, la sociedad no estaba conmocionada", asegura Vernet.
La primera medida fue declarar por decreto el Estado de Emergencia Constitucional: "En ese momento me hago cargo de las tropas de Santa Fe, o sea que represento al presidente en la provincia, que es una cosa poco vista en la historia. Hasta ese momento el único gobernador que se había movido era yo. Todos los demás estaban a la espera".
Luego las radios fueron puestas a disposición del operativo, para lo cual se les manda una guardia policial. "El discurso de la radio comenzó a cambiar a partir de allí", admite. En el Concejo era todo dinamismo: todas las oficinas abiertas, con estudiantes que se habían dividido las guías telefónicas para llamar a la gente y explicarle lo que pasaba. Otro grupo se dedicó a tocar porteros eléctricos con el mismo fin. También se intervino la radio oficial de la policía para comunicarse con todas las municipalidades a las que se ordenó "vivaquear, hacer fogatas en las plazas y que las autoridades den discursos. El objetivo era tener a la gente fuera de sus casas, si no perdíamos", memora Vernet, quien no quiere dejar de destacar apoyos decisivos ("se jugaron -dice- porque no sabíamos cómo terminaba todo eso"): Héctor Cavallero, Raúl Milano, Lisandro Viale y los jóvenes de Franja Morada, entre otros.
Entre las adhesiones que consiguió se destaca la del arzobispo Jorge López, que dio una misa en la catedral por la reconciliación. Recuerda que del viernes al domingo toda la provincia estaba en estado de vigilia. "A todo esto en Buenos Aires no se tomaba la decisión. Para mí había que atacar y pedir la rendición. Pero había negociadores por todos lados". Cuenta que Alais lo llamó para decirle que no lo dejaban avanzar y que él se comunicó con Alfonsín para sugerirle que había que aplastar a la rebelión ese sábado. "Ahí noto esa cosa radical, les cuesta mucho tomar decisiones beligerantes", comenta.

Tropas en "stand by"
Si bien admite que el sábado fue de negociaciones, reconoce que el viernes fue "terrible, había una sola tropa leal: la de Alais. Los demás estaban stand by, esperando los acontecimientos". Pero dice que el domingo, después de que Alfonsín fue a Campo de Mayo a dialogar con Rico, vino el desencanto.
"Ese discurso horripilante, con frases como «héroes de Malvinas» y «la casa está en orden» dio origen a una Argentina diferente a la que yo hubiese querido".
Según Vernet, "Semana Santa deterioró la autoridad de la clase política, generó el indulto, perdonó a los militares asesinos y destruyó a las FFAA. También generó un sistema de rumores y de integración de gente del Proceso al sistema democrático, que terminó con Rico siendo ministro de Gobierno de Buenos Aires".



"Tenía la vida jugada", recuerda Vernet.
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"Todos estaban esperando el golpe"
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