Las recientes muertes por leptospirosis fueron una llamada de alerta sobre una situación crónica y preocupante que representa la proliferación de ratas en zonas ribereñas y otras ciudades densamente pobladas del país. Si bien este brote de infección por leptospira fue más virulento y agresivo de lo habitual, el problema no es nuevo. Los roedores transmiten 243 enfermedades y cada año se producen casos de fiebre hemorrágica argentina, hantavirus, triquinosis, cólera y otras severas afecciones causadas por el contacto directo o indirecto de estos animales con el hombre.
La única forma de reducir el riesgo de contagio es implementando medidas eficientes de control de roedores. Esto significa que cada municipio debe realizar un diagnóstico y, sobre esa base, elaborar un plan de desratización adecuado. Esto representa mucho más que la distribución masiva de rodenticidas (raticidas) para su aplicación. El control tiene que ser periódico y preventivo, e incluir acciones como evaluación de la situación, saneamiento ambiental y educación de la población.
Ante la emergencia sanitaria, muchos municipios comenzaron a distribuir raticidas a los pobladores, sin rótulos ni indicaciones sobre su aplicación. Esto encierra el riesgo de utilización inapropiada de los productos, con la consiguiente disminución de la eficiencia del programa.
Según manifestaron desde el área de higiene ambiental y salud pública de la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe), los raticidas empleados para combatir a las ratas deben estar autorizados por el Ministerio de Salud de la Nación, para garantizar su eficacia y seguridad. Además, debe instruirse a la comunidad acerca de su correcto uso.
Riesgo sanitario permanente
Según la ley nacional 11.843, el control de roedores urbanos corresponde a cada municipio. Sin embargo, suele ser un tema soslayado y postergado, hasta que la aparición de brotes como el de la leptospirosis conmociona a la opinión pública. La carencia de aplicación de programas coloca a la población en un riesgo sanitario permanente.
Para proteger a la comunidad de las afecciones transmitidas por roedores se debe implementar un plan basado en un diagnóstico de la situación para determinar la distribución espacial, especie, frecuencia, densidad y riesgo potencial de los roedores del área.
Luego es necesario sanear las zonas de crianza y refugio de los roedores, reduciéndoles la disponibilidad de agua, alimentos y madrigueras posibles, para impedir la reinfestación. Una vez que se ha efectuado esta limpieza del medio ambiente, se aplican rodenticidas para reducir la cantidad de ratas.
Esta es la medida que permite obtener los mejores resultados a corto plazo, especialmente ante emergencias como la actual. Además tienen que brindarse charlas educativas a los pobladores. Y lo más importante: los planes deben ejecutarse en forma continua, ya que no hay descanso posible en la lucha contra las plagas.
El área de trabajo de higiene ambiental y salud pública de Casafe recomienda para un control eficiente "utilizar productos confiables, elaborados respetando las más estrictas normas de calidad y autorizados por el Ministerio de Salud de la Nación". Además aconseja procurarse un "correcto asesoramiento técnico".
Asimismo, desde la entidad se sugiere emplear "rodenticidas efectivos que logren un control en corto tiempo", para reducir el riesgo sanitario asociado a la superpoblación de roedores urbanos. También evitar el uso de raticidas o formulaciones caseras de concentración o principios activos desconocidos o prohibidos, que conllevan un alto riesgo de intoxicaciones por ingesta accidental, en particular por parte de los niños.