Nueva York. - Los principales analistas estadounidenses coinciden en señalar que su país encara una de las etapas más difíciles de su compleja relación con China, tras el incidente protagonizado por un avión espía norteamericano. No sólo están de por medio los intereses encontrados de una superpotencia y los de una potencia en ascenso, sino también las diferentes concepciones políticas y los intereses comerciales de ambas naciones, sobre todo en el continente asiático. China es un gigante en Asia, que ha iniciado un proceso de desarrollo, recibiendo inversiones y tecnología, y desea que su voz -e intereses- se tomen muy en cuenta. Durante el gobierno del presidente Bill Clinton, la política fue la de buscar un clima de competencia pacífica con China, tratando de lograr colaboración en muchos terrenos pero manteniendo presión, por ejemplo, en el área económica. Así, por ejemplo, los aviones de caza F-8 chinos, como el que chocó con el estadounidense, fueron modernizados hace un par de años con componentes estadounidenses. El presidente George W. Bush, que tiene un enfoque más conservador que el de Clinton, ha hablado de China, desde el comienzo de su gestión, como de "un rival estratégico". Pero tanto demócratas como republicanos sostienen, también para China, la teoría de que la apertura económica de un país llevará a la apertura política ya que sin libertades políticas no puede florecer la iniciativa privada. Desde hace dos décadas China vive un proceso de reformas iniciado por Deng Xiao Ping y los avances en el terreno económico han sido importantes. En ese aspecto, hay ya una China diferente, mientras que en el terreno político la evolución estará seguramente condicionada por los intereses de esa nación frente a los de EEUU.
| |