Que Almagro acumule seis partidos consecutivos sin conocer la derrota es una muestra de la pobreza de jerarquía individual y colectiva en la que está sumido hoy el fútbol argentino.
Que Newell's se haya vuelto a Rosario con las manos vacías es apenas otro indicio de aquella realidad de la que el conjunto rojinegro es un perfecto exponente.
El equipo de Ribolzi cerró su noche triste con la impotencia del puñado de hinchas que viajó a José Ingenieros y que la tradujeron en insultos, pidiendo a los jugadores que transpiren la camiseta como si de eso se tratara. También se la agarraron con el técnico, con Cejas (sobre todo) y otra vez con Manso, cansados quizás de esta relación adolescente donde el plantel les entrega hoy un juramento y mañana una traición.
Es que la bronca por la nueva derrota fuera de casa se potencia por la indisimulable sensación que Almagro está más para jugar en la B Nacional que en primera. Esa diferencia de jerarquía entre ambos (aún con el resultado puesto) pareció poder plasmarse en la red, pero Newell's hizo todo lo posible no sólo para que eso no ocurriera, sino para generar el efecto inverso.
Algunos miembros del cuerpo técnico dijeron al pasar en la retirada del estadio que el equipo había jugado bien, una frase que sonó a consuelo de pobre. Porque pese a que luego del asedio inicial de Almagro, Ñuls monopolizó tiempo y espacio de posesión de pelota y creó situaciones, lo cierto es que no tuvo jerarquía para concretarlas.
No por nada Rosales, Pavlovich, Quintana, Cobelli y Real (sin olvidar a Gigena) se han prestado tanto la titularidad. Los que anoche salieron a la cancha, los delanteros rojinegros no supieron, como en otras ocasiones sus compañeros, resolver donde se definen los partidos.
Pavlovivh y Rosales tuvieron muy buenas chances, lo mismo que Rodríguez, que no fue una fiera, y las desaprovecharon sistemáticamente, además casi sin poner nervioso a Grosso.
Por eso también se potenció el dolor por la involuntaria pifia de Fuentes que abrió la puerta a un festejo impensado para Almagro. Y mucho más cuando, con todo un tiempo por delante, Reasco no bajó sus tapones ante la carga de Demus cuando podía hacerlo, pudiendo haberle evitado dejarle a Pompei el beneficio de la duda.
Allí quedó expuesta la otra mejilla de un equipo que por momentos gusta pero no efectiviza, mostrando su endeblez por la inmadurez general potenciada por los groseros errores de quienes debieran marcar pautas con su experiencia (excepto Saldaña, como siempre), como en la infantil salida de Cejas que generó el segundo exagerado festejo de Almagro.
Causa y consecuencia, como un todo dialéctico, que deja al descubierto la imagen de un Newell's hoy demasiado verde para aspirar a un objetivo de mediana valía como es la Copa Mercosur. Y que se llevó a Rosario además el peso del inconformismo de su gente, demasiado ruidoso como para hacer oídos sordos.