Año CXXXIV
 Nº 49.082
Rosario,
lunes  09 de
abril de 2001
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Recorriendo Rosario. EL barrio está ubicado en el extremo sudoeste de la ciudad
Puente Gallego está lejos de todo
Allí se multiplican las necesidades. La defensa de una línea de colectivos puede cambiar la historia del lugar

Puente Gallego es quizás uno de los barrios más postergados de la ciudad por distancia, necesidades sociales, desempleo y perspectivas de futuro. Ubicado en el extremo sudoeste de Rosario, todo queda lejos y se hace más difícil. Hasta algunos lo consideran el gran basurero porque recibe los residuos domiciliarios. Su gente está medio resignada a cómo vive, aunque no faltan esperanzas. Esas que le permitieron festejar al vecindario cuando consiguió, el mes pasado, que a la única empresa de colectivos que entra al barrio le devolvieran la concesión.
Se lo llama por su nombre por la historia de un "gallego" que colocó un puente de madera sobre el arroyo. Pero también es conocido como Remedios de Escalada de San Martín o Los Angeles, nombre de un balneario que funcionó décadas atrás sobre el arroyo. Es una zona que vio llegar a sus primeros habitantes a mediados del siglo pasado, quienes fueron poblando un sector de quintas y hornos de ladrillo.
Pero la gran explosión vino en los 90 cuando se canalizó el arroyo. A los emigrantes de provincias norteñas y de países limítrofes se les agregó gente de otros sectores de la ciudad que compró terrenos baratos y levantó sus casitas. Puente Gallego se extiende a ambos lados de Ovidio Lagos, incluyendo también al sector que se extiende hacia la autopista conocido como Piamonte.
Con los años vinieron los servicios, pero las distancias no se achicaron. La comisaría más cerca está casi a 40 cuadras, no hay escuelas con polimodal, los hospitales quedan muy retirados y el movimiento comercial sólo llega hasta Arijón.
Por eso, el 14 de marzo pasado hubo fiesta en el barrio al enterarse de que a la firma Cotal le restituyeron la línea 132, la única que llega desde hace más de 30 años y va hasta la última calle.
Pero las luchas no involucran a todos. Las peleas contra los rellenos sanitarios de la Municipalidad la siguen unos pocos vecinos y el resto se acuerda cuando el viento sopla desde el oeste.
Juan González, José Adorni y Susana Sequeira son de los que no quieren que le contaminen el futuro. Pero la basura es para otros un medio y modo de vida. Por eso hay quemas y se ven camiones que vuelcan desechos en las cercanías. A ello se agregan los basurales, más o menos controlados, del otro lado del arroyo.
La vida fue cambiando. Don Roberto Díaz tuvo que cerrar el primer bar del barrio porque los autos pasaban cada vez más rápido hacia la ruta y nadie paraba. Ya no hay tantos hornos ni tampoco fábricas u otras fuentes laborales. Según el padre Claudio Castriccone, párroco del lugar, la desocupación llega al 40%, las mujeres tienen que salir a trabajar y los chicos se crían entre la club infantil y la única escuela, la 1.102.
Puente Gallego suma habitantes. Los nuevos se instalan cerca del arroyo y sobre las vías, donde hay algunos asentamientos irregulares. Pero la paradoja es que, a pesar de la pobreza, la mayoría de las casas del barrio son de material y sus ocupantes son titulares de los terrenos.
La postal del barrio son colas de madres esperando un turno en los dos centros asistenciales, algunos planes de empleo, jubilados con bolsones de alimentos y comedores escolares abarrotados. "En parte la gente está resignada", admite el vecinalista Pedro Ridruejo. Pero eso no le impide insistir en pedir saneamiento, más centros de salud y desmalezamiento.
El desarrollo de la ciudad lo alcanzará con la futura prolongación de Avellaneda, aunque el ensanche de Ovidio Lagos no está contemplado entre las mejoras de los accesos a la ciudad.
El resquicio del folklore popular reanima los espíritus. La procesión anual a San Cayetano, las fiestas de fin de año en la calle y la cumbia de la FM barrial sacuden la monotonía de los días.



EL barrio recibe a los visitantes de la ciudad que ingresan por Ovidio Lagos.
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