* Cuando termina "Cadena de favores" uno se pregunta si Kevin Spacey y Helen Hunt saben leer, o si nada más fueron engañados. Porque es inexplicable que hayan aceptado protagonizar esta película con un guión que los expone al papelón constante. A "Cadena de favores" no le falta ninguno de los vicios que están de moda en Hollywood: una historia altruista, personajes aparentemente sin conexión alguna que después se terminan relacionando y el final con giro inesperado. La diferencia, y el agravante, es que acá todo resulta más inverosímil y aburrido que de costumbre. Se supone que esos personajes débiles, torturados y soñadores deberían conmover, pero la verdad es que ni siquiera alcanzan a inspirar lástima. Helen Hunt se las arregla para cargar con el peso dramático de la película, y lo hace demasiado bien. Kevin Spacey, en cambio, no se cree ni los diálogos, y Haley Joel Osment, el chico de "Sexto sentido", debería volver al colegio para recursar la materia "interpretación de guiones". Cuando aparece Jon Bon Jovi haciéndose el malo ya todos saben que pueden ir abandonando sus butacas.
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