Año CXXXIV
 Nº 49.073
Rosario,
sábado  31 de
marzo de 2001
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Panorama
Con el cambio de humor, ¿alcanza?
Revertir la crisis no será fácil, pero es buena señal que se tenga en cuenta a los sectores productivos

Susana Merlo

Después de la conmoción de mediados de marzo, prácticamente todo el país quiso abrir un compás -casi optimista- de espera. Se necesita creer para salir del estancamiento y, por ahora, el nuevo ministro de Economía, Domingo Cavallo, parece la única apuesta posible.
Los resultados de la designación fueron innegables. Se revirtieron la mayoría de las tendencias negativas y la "hiperactividad" llegó por primera vez en un año y medio a los estamentos del Ejecutivo y el Legislativo, los que en pocos días hicieron lo que no habían hecho en meses. Ahora bien ¿era necesario llegar casi al fondo del pozo para que esto sucediera?
Por otra parte, tampoco se puede caer en el exitismo fácil. No hay recetas ni nombres mágicos. Cavallo tampoco es la salvación.
No será fácil revertir la situación a la que llegó el país y además de la creatividad mostrada por el renovado ministro harán falta muchos esfuerzos y conciencia pública para salir adelante y remontar la estrepitosa caída que se venía produciendo.
Para la mayoría, las primeras señales son positivas. El hecho de que se haya apuntado primero a la competitividad vía reducción de costos (hasta un 20% dijo Cavallo) es alentador para todas las actividades productivas, no sólo las del campo.
Los anuncios de rebajas de aranceles en bienes de capital apuntan en el mismo sentido aunque puede perjudicar a algunas empresas locales proveedoras de los mismos. Y, por el lado del aumento arancelario para bienes de consumo terminados (si bien esto va en contra de un esquema de apertura económica) no son pocos los que consideran que constituye "un mal menor" en todo el esquema y que además daría cierto respiro a algunos sectores locales cuya competitividad se vio menguada por distintas razones en los últimos años.

La simplificación impositiva
Si simultáneamente se produce alguna disminución de costos financieros y la eliminación, o al menos, el recorte de ciertos gravámenes (se prometió que en un sólo año quedarán dos: IVA y ganancias), ya el esquema va a cobrar otra relevancia y así, es probable que la actividad económica recomience: por la vía del gran motor del consumo interno -prácticamente parado porque la gente no gasta-, pero también gracias a la reactivación que puede estar dada por el lado de mayores inversiones productivas que en el caso del campo son automáticas cuando el horizonte se ve más o menos despejado.
Esto, naturalmente, se refleja en una cantidad de sectores relacionados, desde los proveedores de insumos a los servicios y desde los vehículos hasta los precios del campo.
Este esquema ideal, sin embargo, puede requerir un lapso más o menos prolongado hasta materializarse. La situación del campo hoy no es buena. El sector está desfinanciado, con deudas de arrastre comerciales y deudas bancarias que de alguna forma habrá que sanear y, especialmente, con una crisis sanitaria cuya resolución aún no se vislumbra.
El mapa, hasta el momento, muestra que al consumo interno no se le puede pedir nada más; que hay una cantidad de mercados internacionales caídos cuya recuperación también va a llevar cierto tiempo (igual que el punto anterior), que el costo del dinero sigue siendo privativo para los sectores productivos y que los que están endeudados cada vez se hunden más sin posibilidades prácticas de salir adelante.
Semejante cóctel muestra claramente que las condiciones del campo distan de ser siquiera razonablemente buenas, incluso, en algunos sectores como el caso de los frigoríficos son críticas.
Por eso, será trascendente la continuidad y la estabilidad que se le de al Senasa como máximo órgano de garantía sanitaria. Desde ya es estratégico que se haya vuelto al concepto de cadenas alimenticias para el tratamiento de los temas del campo y la agroindustria; pero en esta etapa lo que es excluyente es que el gobierno y la economía tengan como prioridad a los sectores productivos. En el caso del campo, no hay mucho más tiempo.


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