Año 49.072
 Nº CXXXIV
Rosario,
viernes  30 de
marzo de 2001
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Castigo y abuso policial. Calvario de un chico que pasó 4 días preso
"Quise denunciar un robo, terminé golpeado y acusado de un crimen"
Le pidió ayuda a un móvil del Comando Radioeléctrico. Pero lo llevaron preso porque creyeron que era una coartada. Y en la seccional 6ª lo golpearon para que "confesara" sus delitos. Lo liberaron por falta de mérito

"Le estaba diciendo la verdad a la policía y la policía no me creía, cuando me tenía que estar defendiendo a mí". El desconcierto es de un chico de 19 años que pasó cuatro días detenido por una patrulla del Comando Radioeléctrico y los oficiales que estaban de guardia en la comisaría 6ª el domingo a la madrugada, quienes intentaron responsabilizarlo de la muerte de un joven con antecedentes policiales a quien acusaban de ser su cómplice en un robo ocurrido minutos antes de su arresto. Para que el chico "confesara" su participación en ambos episodios lo intimidaron diciéndole que siempre lo veían robando en la zona. Ante su negativa, lo llevaron a la cocina de la seccional y lo golpearon. Aún así, Darío Velásquez pudo declarar lo que le había ocurrido. Cuatro días después, un juez lo liberó por falta de mérito, una medida que solicitó la defensa que llevaron adelante los abogados Víctor Corvalán y María de los Angeles Milicic.
Mientras tanto, el jefe de la 6ª, Ricardo Daniel Ruiz, había logrado comprobar con testigos que el recorrido del chico había sido tal cual él contó desde el primer momento: había estado con amigos en una cantina de San Juan al 3600. Cuando fue detenido intentaba volver a su casa pero se rompió su moto. Luego fue asaltado y golpeado.
Aún así, el chico llegó a ser indagado por los delitos que le imputó la policía. Salió en libertad por falta de mérito hasta que el juez Adolfo Prunotto Laborde defina su situación.
Darío Velásquez salió de su casa el sábado para ir con sus amigos a una cantina. De regreso se le rompió la motocicleta a pocas cuadras de Pellegrini y Avellaneda, donde habían ocurrido dos hechos que desconocía: el asalto a un bar y el homicidio de un joven con antecedentes policiales.
Cuando intentaba retomar la marcha con su moto, Velásquez fue abordado por tres chicos que estaban junto a dos chicas. Los varones quisieron asaltarlo, lo empujaron y lo hicieron caer al suelo, mientras que las mujeres intentaban disuadir a sus compañeros para que no le robaran. Darío quedó semiinconsciente. Cuando pudo reincorporarse, con los zapatos en la mano y la cara lastimada por el golpe, cruzó la calle para pedirle auxilio al Comando Radioeléctrico. Ya había marcado el 101 cuando vio pasar un patrullero, que paró.

"Hasta las manos"
"Intentaron asaltarme. Lo único que quiero es que me lleven a mi casa", dijo a los oficiales. La respuesta fue "Si, te vamos a llevar" y se subió al patrullero.
"El auto siguió derecho y paró en una esquina. Me dijeron que mirara, que habían bajado a mi compañero. En el suelo había un chico tirado, con la cabeza hacia arriba, sobre un charco de sangre. Nunca había visto algo así. Me dieron ganas de vomitar, y empecé a devolver en el auto", recuerda Darío.
Camino a la seccional 6ª, los policías le advirtieron que "estaba hasta las manos", frase que escucharía dentro de la comisaría durante toda la noche.
En la seccional insistieron en que él era el compañero del muchacho asesinado, Fernando Dondo, de 23 años. Incluso le dieron la versión de lo que habría ocurrido: habían discutido por el dinero de un robo, forcejearon, el sacó el arma y le disparó. "Si me decís que fuiste vos te lo agradezco, porque mataste un choro", insistían los agentes. "Me preguntaban si iba a declarar esa mentira y dónde había tirado el fierro", recuerda el chico.
El muchacho fue totalmente desnudado. Cuando volvió a vestirse, lo llevaron a la cocina, donde un oficial lo golpeó. Velásquez describió al agente como "un hombre gordito, de pelo negro peinado hacia el costado y muy mal hablado. Me decía que había matado a mi propio amigo", señaló.

"La policía no hace justicia"
Finalmente, Velásquez pudo hacer su declaración tal como había relatado desde el principio y fue conducido a una celda solo, separado de los demás presos. No le permitieron llamar a su familia, ni a un abogado.
Alrededor de las 11 de la mañana, pidió hablar con "el jefe" y lo condujeron con el comisario Ruiz. "Me dijo que me creía, que yo no tenía cara de ladrón, pero después de lo que había pasado, yo dudaba que fuera verdad", contó el chico.
En la celda permaneció sin comer hasta el lunes, cuando su familia le llevó alimentos. "Para ir al baño tenía que pedir permiso y juntar valentía, porque debía pasar entre los demás presos, que me insultaban y me escupían, mientras los policías se reían con ellos", señaló.
Ni Darío ni nadie de su familia habían estado detenidos jamás. "Hice la primaria a los saltos, porque me hacía la chupina para atender un videojuego y así tener unos mangos. Hasta que mi vieja me puso en carriles y la terminé", contó.
También tiene marcas en su cuerpo, que la policía interpretó como una relación con las celdas. Una gran cicatriz, a causa de un intento de robo, surca su brazo izquierdo desde el hombro y casi hasta el codo. "Tenía una bicicleta que me había costado mil pesos. Estuve cinco años trabajando para comprarla, me la quisieron robar y no se las dí. Por eso me cortaron", relató. Otro corte marca la parte superior de su mano y fue producto de un accidente mientras trabajaba con una sierra eléctrica.
"La policía no hace justicia. Si creen que van a hacer justicia de esta manera, están muy equivocados", reflexionó el chico.



Darío Velásquez tiene 19 años.
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