| | Editorial La retórica ya no alcanza
| De qué manera habría que actuar para revertir, aunque más no fuera en parte, la situación de absoluta injusticia que, respecto de todo aquello que deriva del gobierno nacional, se presenta entre la ciudad de Buenos Aires y el interior del país? ¿Cómo hacer para que esa cabeza de Goliat que el irrepetible Ezequiel Martínez Estrada denunció en los años 40 deje de absorber el esfuerzo del interior? ¿Existe realmente una solución para tamaño problema? La respuesta a cualquiera de estos interrogantes no es fácil, en tanto quiera irse más allá de la mera retórica. Es decir, ya no basta con manifestar qué habría que hacer. Ahora lo único que queda es comenzar a materializar aquello que resulte racional y practicable. De lo contrario, todo lo que se diga quedará reducido a una nueva mitificación nacional. **Lo dicho surge frente a lo sencillamente notable que resulta la situación denunciada por este diario en una nota acerca de que "la sombra de Buenos Aires dibuja en el interior un país de segunda". Ello a raíz de que ese mismo interior, muchísimo más pobre que la urbe sede del gobierno argentino aporta, sin dudas, el mayor producto al florecimiento capitalino, sin recibir nada a cambio. Porque no otra cosa más que un quebranto -una enorme nada- es ser retribuido con menos de lo que se aporta. De los numerosos datos incluidos en el artículo, los correspondientes a cualquier aspecto alcanzan y sobran para patentizar de manera bien concreta la pertinencia de lo dicho. Véase si no, por ejemplo, el caso sobresaliente del presupuesto de la Secretaría de Cultura de la Nación que, para un país de 37 millones de habitantes, totaliza 127.504.000 pesos. De ese importe, 117.281.000 pesos (92 por ciento) se gastan en la Capital Federal, en la que habitan sólo 3.046.662 personas; 264.000 (0,2%), en Mendoza; 488.000 (0,4%), Córdoba; 643.000 (0,5%), Buenos Aires; 766.000 (0,6%), Santa Fe, y 8.042.000 (6,3%), en el resto del país. Similar situación se da con otras cuestiones, como la salud (la Capital se lleva el 64 por ciento del presupuesto total), o el del transporte ferroviario, al que el país subvenciona en más de 300 millones para que las concesionarias atiendan el servicio de la Capital y el conurbano. El problema es histórico, profundo y gravoso. Aún cuando en extremo difícil, alguna vez habrá que encarar su solución o, cuanto menos, la morigeración de sus perniciosos efectos. Sin dudas que para ello se requiere mucho más que mera retórica. Se necesitan hechos concretos de los cuales, obviamente, son responsables principales aquellos que, con raíces en el interior, tienen responsabilidades en el gobierno central. Nada valioso para siempre puede erigirse sobre la injusticia.
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