Eduardo Caniglia
Un matrimonio de ancianos fue víctima de un violento robo en su casa de Riccheri al 1300, donde dos delincuentes se introdujeron tras hacerse pasar por empleados telefónicos. Los ladrones golpearon a las víctimas y las encerraron en un baño, después de apoderarse del dinero que tenían guardado. El caso se constituyó en el tercero registrado en la última semana. Graciela Zapula, de 73 años, vive con su esposo, Gaetano Greco, de 83, y su hija Nina Pierina, de 27 en su casa de Riccheri 1385. La mujer es una docente que se jubiló hace nueve años. El marido, un ciudadano italiano que llegó a Rosario hace 48 años. Trabajó en diferentes empresas industriales hasta que retiró. Desde hace dos años sufre del mal de Alzheimer y ayer no lograba comprender lo que había ocurrido. Cerca de las 13 de ayer, dos hombres llegaron a la casa con la excusa de que eran empleados de la empresa Telefónica. En un primer momento Graciela dudó porque los supuestos trabajadores no le mostraron credenciales, pero después de un rato terminaron por convencerla y Graciela les franqueó el paso. Una vez adentro de la casa, uno de los hombres amenazó con un cuchillo a los tres ocupantes de la vivienda mientras exigía que les entregara dinero y "oro". Pero la docente no se amedrentó. "Le di un empujón y quise agarrar una silla para tirársela, pero no pude. El tipo me agarró del cuello y me tapó la boca", explicó la mujer con un tono de voz apenas audible. Cuando Graciela todavía no se había recuperado de la sensación de asfixia que la invadió, un tremendo puñetazo asestado por el ladrón impactó en su ojo derecho y "le nubló la visión". Entonces el hombre "robusto y morocho" arrancó el cable de televisor y se los anudó en los pies. Con la situación controlada, los introdujo en el baño. Mientras el asaltante los vigilaba empuñando el cuchillo, su cómplice comenzó a recorrer la casa. Revolvió recibos de haberes jubilatorios, facturas de impuestos y documentos hasta que llegó a uno de los dormitorios. Allí sobre una mesita estaban guardados los 240 pesos de la jubilación de Gaetano. A unos pocos metros en una caja de zapatos había más dinero, unos 360 pesos. El ladrón entonces se apoderó de la plata, pero no se conformó y también se llevó un radiograbador. Mientras esto ocurría, Graciela continuaba inmovilizada, pero no se resignaba a ser asaltada. Sus estridentes gritos a través de la claraboya del baño pidiendo ayuda a los vecinos hicieron reaccionar al asaltante, aunque nadie la escuchó. Enseguida la mujer escuchó una frase amenazante. "Callate que te voy a matar", gritó el ladrón. Luego de unos minutos de silencio, la mujer escuchó los pasos rápidos de los hombres y presumió que los maleantes se habían ido. Después Graciela logró zafar de las ataduras y salió a la calle. Primero comprobó que los ladrones no se habían llevado los documentos de identidad y la llave de la puerta y luego fue a la casa de una vecina para que la mujer denunciara el suceso a la policía porque ella "no podía leer el número del Comando Radioeléctrico" en la guía telefónica a raíz del golpe que recibió. Ayer, un pequeño hematoma rodeaba su ojo derecho. Ayer a la tarde Graciela parecía resignada por el dinero sustraído. "Tengo que pensar que nunca lo tuve", y se lamentaba "del mal momento" que debió soportar después de observar con mucha atención álbumes de fotografías de personas con prontuario que le acercaron efectivos de la comisaría 6ª. Pero el trabajo no fue infructuoso: Graciela reconoció a unos de los ladrones, precisamente el que la atacó.
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