Fernando Toloza
César Aira define su trabajo del "Diccionario de autores latinoamericanos" como enteramente personal y doméstico. Esa definición le parece insuficiente y de inmediato agrega que el libro es una "acumulación de comentarios, lecturas y notas de investigador aficionado". Después de tantas disculpas, se teme que el libro sea una obra chapucera, pero no lo es, todo lo contrario. El "Diccionario" revela a un lector insaciable y a un conocedor de los recovecos de las literaturas latinoamericanas, y especialmente de la brasileña. La obra, según advierte Aira en una nota de 1985, no abarca a escritores de los "últimos veinte años", con lo que el libro llega hasta principios de los sesenta. En ese sentido, el "Diccionario" presenta un aspecto de libro viejo. Están los clásicos, sí, pero falta el rumor de lo nuevo, que, en realidad, ya no es tan nuevo. Por ejemplo, uno de los grandes ausentes es Ricardo Piglia, quien publicó sus primeros cuentos a mediados de los años 60 y que, desde "Respiración artificial" y sus artículos ingeniosos, abrió una camino nuevo en la lectura y escritura de la literatura argentina. Aunque, claro, la exclusión está justificada por el recorte temporal que Aira precisó para poder cerrar su obra. Sin embargo, en los escritores argentinos contemporáneos con entradas se advierte un tono reticente, como en Héctor Tizón y en Juan José Saer. La crítica, en el caso del primero, no es directa, en tanto que en el segundo Aira se siente más a gusto para señalar los puntos flojos del novelista santafesino. Hay algunas excepciones, como Jorge Ramponi, el poeta mendocino. Los verdaderos tesoros que revela el "Diccionario" se encuentran en los autores no argentinos. En las entradas a Arlt, Borges y Cortázar no hay nada nuevo. La obra da información correcta, uniendo mínimos análisis críticos a los datos salientes de la biografía. En el caso de Ernesto Sabato, hay una buena interpretación de la obra del autor de "Sobre héroes y tumbas". Entre los no argentinos lo más raro está en los escritores del siglo XIX. Entre ellas se cuenta la Condesa de Merlín, una dama cubana que Aira compara con un personaje de Marcel Proust. La condesa se escapó de un convento en su Cuba natal y se marchó a Francia, donde se casó con un general y mantuvo un salón por donde desfilaron Víctor Hugo, Alfred de Musset y Honoré de Balzac, quien le dedicó uno de sus primeros libros. Para darse tono ante sus invitados escribió algunos libros en francés y cuando se le terminó el dinero comenzó a escribir memorias sobre lo esplendorosa que había sido su vida y el amor que los escritores sintieron por ella, aunque, como apunta Aira, Prosper Merimee describiese a la condesa como una anciana de mal gusto e intolerable. La salvadoreña Claudia Lars es otro de los aportes del "Diccionario". Hay muy poca información pero el comentario de Aira hace que el lector quiera de inmediato buscar los libros de la poeta, cuyo nombre verdadero era Carmen Brannon Beers. Lo mismo sucede con el argentino Jorge Ramponi, que escribió su obra en Mendoza, entre 1927 y 1972, y al que al autor no vacila en llamar "uno de los grandes poeta barrocos de América". También se puede descubrir que Luis Loayza, el traductor de Thomas De Quincey en la ediciones de Alianza, es un narrador peruano que aún vive y que escribió libros como "Una piel de serpiente" y "Otras tardes". Después están los autores que no pueden faltar, como Alejo Carpentier, sobre el que Aira se extiende para dar cuenta de su obra, con justicia hacia sus virtudes técnicas, pero también con una mirada crítica sobre su adhesión al régimen de Fidel Castro como funcionario. El "Diccionario" es un libro excepcional, que se beneficia de la tradición más o menos aséptica de las obras de referencia y también del estilo del diccionario de autor, donde el escritor pone en juego sus gustos como un dato más que enriquece la lectura. Era una obra que faltaba y es aconsejable internarse en sus páginas por simple curiosidad y también para obtener datos nuevos sobre algunos autores conocidos. En ese sentido casi nunca se sale defraudado, sino que se abren nuevos recorrido en el inmenso mundo de la literatura latinoamericana.
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