Año 49.067
 Nº CXXXIV
Rosario,
domingo  25 de
marzo de 2001
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A setenta años de la aparición en Buenos Aires del primer número de la revista
Sur: El último bastión de la generación del 80
La publicación que dirigió Victoria Ocampo se propuso rescatar los valores de la cultura liberal y renovarlos en nuevos contactos con Europa

Osvaldo Aguirre

"He aquí mi proyecto: publicar una revista que se ocupe principalmente de problemas americanos, bajo diversos aspectos y donde colaboren los americanos que tengan algo para decir y los europeos que se interesen por América". Victoria Ocampo anunciaba de esa manera, en una carta dirigida a José Ortega y Gasset, lo que se haría realidad en el verano de 1931, con la aparición en Buenos Aires del primer número de Sur.
Entre ese año y 1970, cuando dejó de editarse en forma regular, Sur fue una referencia insoslayable en el panorama cultural argentino. Tanto por sus promociones y notables descubrimientos (la publicación de William Faulkner y Jean Paul Sartre, por ejemplo, cuando en sus respectivos países apenas eran considerados) como por sus desconsideraciones (grandes escritores como Roberto Arlt y Horacio Quiroga fueron ignorados) la revista se situó con frecuencia en el centro de las discusiones.
La idea de Sur surgió de una propuesta de Waldo Frank, escritor norteamericano que llegó al país en octubre de 1929 como parte de una gira de conferencias por América Central y del Sur. Eduardo Mallea le presentó a Victoria Ocampo, quien por entonces era el centro de un salón intelectual que competía con el que Bebé Elizalde hegemonizaba en la sede porteña de Amigos del Arte. Según testimonio de María Rosa Oliver, el proyecto de Frank apuntaba a una revista "no solamente de jóvenes ni (de) polémica literaria" sino que se propusiera desentrañar "la América oculta por mentiras, mitos, lugares comunes y propagandas chillonas" para recomponer las relaciones entre el Norte y el Sur del continente.
Sin embargo, Sur fue una creación de Victoria Ocampo. Primero porque esa mujer de la burguesía terrateniente fue quien financió la revista. Y segundo porque los colaboradores surgieron de sus amistades y de los contactos que había establecido en sus viajes por Europa. Estas relaciones no excluyeron notables equívocos, ya que, como observó John King, "su lista de invitados a veces confundía al realmente célebre con el charlatán". Entre estos ocupó un lugar destacado el conde de Keyserling, "pensador" que definió a los argentinos con la curiosa "categoría" de "hombres-caimanes del tercer día de la creación". "En casa de Victoria, en San Isidro -recordaría Estela Canto, colaboradora de la revista- uno solía encontrar gente que no tenía nada que ver con la literatura: diplomáticos, estrellas de cine, políticos, un ex presidente, personas excepcionalmente acaudaladas con una debilidad por las artes, eminencias extranjeras de paso por el país, etc". Pero a la vez la directora de Sur hizo elecciones inteligentes: "Yo no era nadie, yo era un muchacho desconocido en Buenos Aires, Victoria Ocampo fundó la revista Sur y me llamó, para mi gran sorpresa, a ser uno de los socios fundadores", testimonió Borges. Otro acierto fue la designación de José Bianco como jefe de redacción, en 1938, que compensó con racionalidad los impulsos de la directora.
El sello de Victoria Ocampo quedó impreso desde el principio, cuando pudo advertirse que la revista no llegaba a tener la inspiración americanista que anhelaba Waldo Frank. De regreso de Nueva York, en otra carta a Ortega y Gasset, la futura directora de Sur decía: "hay algo en el norteamericano corriente, un espíritu de American Citizens first, que conviene combatir. ¡Me gustan tantas cosas en ese país! Y me disgustan otras". Por una cuestión de formación, Francia era el país que se asociaba con la cultura y, sobre todo, con la literatura. De ese país procedieron numerosos colaboradores de la revista: Roger Caillois, Albert Camus, Jules Supervielle y André Malraux se revelarían como los más afines. En cambio, el americanismo como tema de reflexión significó una línea secundaria, dándose a través de textos de Ezequiel Martínez Estrada, Eduardo Mallea y en las desorientadas cavilaciones de H. A. Murena. En contraste, la valoración de lo europeo aparecía como un mandato de la generación del 80, tradición que la revista quiso mantener.
La historia nacional y la literatura eran para Victoria Ocampo una especie de novela familiar: algo que había transcurrido en su propia casa, en el primer caso, y que giraba en torno a sí misma, a sus viajes y a sus recorridos en París, en el segundo caso. Borges ha manifestado una visión similar en sus ficciones: por la rama materna, los antepasados remitirían a los protagonistas de las luchas políticas del siglo XIX, y por el padre, con la "ilimitada biblioteca de libros ingleses", a la cultura. Más que una manifestación de la casualidad podría verse ahí el imaginario de esa clase a la que, diría el propio Borges en 1959, "el rencor hoy llama la oligarquía".

La producción de un grupo
Sur comenzó como revista trimestral; medía 19 por 24 centímetros y desde el principio su logotipo fue una flecha de 12,5 centímetros dibujada por Eduardo Bullrich (su única contribución a la publicación, antes de convertirse en funcionario de las dictaduras de Uriburu y Justo). Después del quinto número, desaparecieron las fotografías y la publicación se hizo espaciada y algo errática en cuanto a su contenido hasta el número 10. Desde entonces, en julio de 1935, y hasta 1952 apareció regularmente cada mes, con un promedio de entre 90 y 100 páginas y una tirada de cinco mil ejemplares. En 1933 se fundó la editorial Sur, donde se publicarían, entre otros títulos, textos de Samuel Beckett y Vladimir Nabokov.
Entre los miembros del núcleo inicial, resultaron gravitantes para la revista Silvina Ocampo, Eduardo Mallea, Jorge Luis Borges, Guillermo de Torre, Eduardo González Lanuza, María Rosa Oliver y Raimundo Lida. Leopoldo Marechal se apartaría progresivamente hasta que su adhesión al peronismo lo situó en un punto sin retorno para Sur. Más tarde se agregaron, entre otros, Adolfo Bioy Casares, Ernesto Sabato, Juan Rodolfo Wilcock, Enrique Pezzoni y Alejandra Pizarnik.
La revista presentaba una sección para artículos de fondo y otra para notas, que incluía sobre todo críticas de libros pero también de cine, pintura y teatro. En la primera época los textos de cultura general y ensayos prevalecieron sobre la ficción y la poesía. "Sur es casi siempre leído como producto de los antecedentes de clase de Victoria, no como texto variado que intenta reconciliar tendencias divergentes", observó John King en su excelente estudio sobre la revista ("Sur", Fondo de Cultura Económica). También suele perderse de vista que significó la elaboración de un grupo. Las contribuciones de los colaboradores extranjeros fueron importantes pero los mejores años de la revista aparecen como consecuencia directa de la maduración de los grandes escritores que formaban parte de su redacción, en particular Borges, que publicó por primera vez en Sur varios de sus mejores cuentos, Bioy Casares y Silvina Ocampo, y de la tarea de Bianco como editor y traductor.
La polémica rodeó a Sur desde el principio. Las primeras críticas surgieron de sectores conservadores de la Iglesia y del nacionalismo, donde se desaprobaban los pronunciamientos de Victoria Ocampo sobre la situación de las mujeres y se consideraba a Sur, curiosamente, como una publicación de izquierda. A propósito de estos cuestionamientos, el número 35, de agosto de 1937, presentó "Posición de Sur", especie de editorial. "No nos interesa la cosa política sino cuando está vinculada con lo espiritual. Cuando los principios cristianos, los fundamentos mismos del espíritu aparecen amenazados por una política, entonces levantamos nuestra voz. Esta revista no tiene color político, como no sea el color que impone a una inteligencia la defensa honrada de esos principios...", se afirmó entonces.
El escritor no debía mezclarse con ninguna actividad política: esa era la opinión de Sur y lógicamente lo que explica, entre otras decisiones, su posterior rechazo a la teoría del compromiso de Sartre. Paradójicamente, para defender esa posición los escritores de Sur dieron debates ideológicos. La revista no se mantuvo al margen de las cuestiones de su tiempo: por el contrario, se pronunció contra el fascismo, durante la Guerra Civil Española, contra el comunismo y, sobre todo, militó en el antiperonismo en la década de 1945 a 1955. En el revés de tales rechazos se perfilaron su adhesión al golpe de 1955 -celebrado con un número especial- y, una característica definitoria, su defensa de los valores liberales.
La época, decía Victoria Ocampo, "nos ha precipitado en un caos espiritual sin formas culturales que ocupen el lugar de las antiguas". Esta situación de crisis potenciaba la necesidad de rescatar y preservar la tradición. Tales valores nunca fueron puestos en duda, porque Sur se dirigía a un público de entendidos, con el que presuponía la existencia de un código común que inhibía mayores explicaciones. Al respecto, la discusión se produjo desde fines de los años 50 por afuera de la revista, en publicaciones que comenzaron a revisar críticamente el pasado literario y cuya expresión acabada fue Contorno. En un examen más cercano, Ricardo Piglia sostuvo que la revista "representa la persistencia y la crisis del europeísmo como tendencia dominante en la literatura argentina del siglo XIX. En más de un sentido habría que decir que es una revista de la generación del 80 publicada con 50 años de atraso... (Sur) llega tarde a esa tradición y eso explica sus excesos, su provincianismo".
A setenta años de su inicio, el lugar y la significación de Sur todavía provoca polémicas. A propósito de su visión de la cultura, podría recordarse lo que el gran crítico Erich Auerbach decía de los escritores franceses de fines del siglo XIX: "Lo puramente literario, incluso en los grados más altos de entendimiento artístico y en medio de la mayor riqueza de las impresiones, limita el juicio, empobrece la vida, y deforma a veces la visión de los fenómenos; y mientras el escritor se desvía desdeñosamente del trajín de lo político y económico, valorando constantemente la vida nada más que como asunto literario, y se mantiene apartado, con amargura y altivez, de los grandes problemas prácticos (...) lo práctico penetra a pesar de todo en él en mil formas ruines".



Los principales hacedores de Sur: Ocampo, Bioy Casares, González Lanuza y Borges.
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