Mientras que en la investigación por el incendio de la comisaría 25ª de Pueblo Nuevo hasta el momento los únicos imputados son los mismos presos sobrevivientes al desastre, con la causa aún en curso, en otros casos de incendios con múltiples muertes ocurridos en penales del país fueron procesados los directivos de los establecimientos y los agentes a cargo de la guardia, acusados de actuar con negligencia en el rescate de los detenidos.
La historia penitenciaria reciente del país registra cuatro casos de incendios intencionales de penales. Ocurrieron en cárceles de Olmos, Santa Rosa, Villa Devoto y Pueblo Nuevo y se cobraron en total 130 víctimas fatales.
Todos contaron con un desarrollo casi idéntico: uno o varios presos acumularon colchones frente a la única puerta de acceso y encendieron el fuego. En segundos las celdas se convirtieron en una trampa mortal. Los detenidos no pudieron salir porque el acceso estaba bloqueado y la mayoría murió por asfixia o al sufrir graves quemaduras. Siempre se produjeron en señal de protesta o para evitar una posible represión policial.
El último desastre ocurrió al sur de Rosario, en la comisaría 25ª de Pueblo Nuevo, donde 13 detenidos perdieron la vida el 15 de noviembre pasado en lo que se considera la mayor tragedia carcelaria de la provincia. En la causa que investiga el juzgado de Instrucción Nº 12, a cargo de Susana de Pigliacampo, 13 de los presos sobrevivientes al desastre fueron imputados de tentativa de fuga e incendio intencional seguido de muerte. Sin embargo, en otros episodios la Justicia culpó también a las autoridades.
Los otros dramas
u El 5 de mayo de 1990, 35 presos murieron al arder el pabellón que ocupaban en la cárcel bonaerense de Olmos. Allí se alojaban 45 internos de conducta ejemplar próximos a recuperar su libertad. Uno de ellos apiló colchones junto a la puerta y arrojó un calentador con 3 litros de querosén luego de que un guardia advirtiera una pelea entre dos reclusos.
El juez penal 8 de La Plata, Raúl Roberto Medina, caratuló la causa como incendio intencional seguido de muerte. Si bien el autor del fuego murió bajo las llamas, la investigación no se cerró allí. El magistrado imputó al entonces titular de la cárcel, Julio Barroso, y lo procesó.
El fallo establece que hubo "pruebas suficientes que atribuyen prima facie negligencia e insolvencia en el cumplimiento de los reglamentos y deberes". De hecho, el responsable del penal había reconocido que "con el personal y los internos haciendo palanca habrían logrado romper el candado" de la puerta. En realidad, fue un grupo de presos de otro pabellón el que finalmente derrumbó la puerta y rescató a los pocos sobrevivientes.
u En julio de 1991 murieron doce presos de la cárcel de encausados de Santa Rosa que iniciaron un incendio durante un motín, en protesta por los malos tratos y la lentitud de la Justicia en resolver sus sentencias. Solo uno logró salvarse. El juez subrogante de La Pampa, Alfredo Zanobi, dictó el procesamiento del director y de 16 guardiacárceles, acusados de homicidio culposo. El juez también procesó al detenido Víctor Montesinos como supuesto autor del incendio.
u El caso en que se contaron más víctimas fatales ocurrió en marzo de 1978, en el pabellón 7 de la cárcel de Villa Devoto. Los internos quemaron colchones para contrarrestar los gases lacrimógenos con que el personal había reprimido la resistencia a una requisa y el fuego mató por asfixia o quemaduras a 70 personas. Se desconoce la resolución judicial.
Coincidencias
En todos los casos el fuego se expandió rápidamente y el humo fue letal a raíz del efecto mortal de los colchones de poliuretano, que son altamente inflamables. A una determinada temperatura liberan vapores tóxicos y las llamas se propagan a una velocidad prácticamente explosiva. En otros países tienen la precaución de rociarlos con efectos retardadores de fuego.
Otro punto en común en los casos mencionados es la razón por la cual los presos encendieron el fuego. Quienes conocen de problemática penitenciaria sostienen que la quema de colchones en cárceles nunca es usada por los internos para facilitar una evasión. Por el contrario, aseguran, se trata del método casi exclusivo que tienen para protestar ante una represalia. "No hay antecedentes de que a partir de una quema se quieran fugar", coinciden.
El caso de Olmos reafirma ese principio. "A pesar de que algunos controles se dejaron de lado nadie aprovechó para escapar o iniciar algún incidente. Todos colaboramos", señaló entonces un preso que rescató del horror a sus pares fallecidos.