El primer acto de la desintegración de Yugoslavia fue el abandono de la Federación Yugoslava comunista por Croacia y Eslovenia en 1991; el segundo, más dramático, el de la guerra de secesión bosnia (1992-1995) y el tercero, con varios cuadros, viene protagonizado por los problemas albanés y serbio.
Creada Albania de mala manera a principios de siglo, tras dos guerras balcánicas (1912 y 1913), después del hundimiento de la Turquía europea, extensas tierras pobladas por mayorías albanesas quedaron fuera de Albania. La etnia albanesa tiene la tasa de natalidad más alta de Europa y su población se dobla cada 30 años, lo que redujo a minorías ínfimas a los serbios en Kosovo y a los macedonios en la zona occidental de Macedonia en la que ahora se combate.
La Macedonia eslava es el Estado más inestable de los Balcanes, considerado búlgaro en privado por los búlgaros, albanés en sus partes occidentales por cualquier nacionalista de ese grupo étnico y serbio en pequeñas zonas septentrionales. La Otán ofrece todo el apoyo político posible a la débil Antigua República Yugoslava de Macedonia (tal su designación oficial) en su lucha contra los "extremistas albaneses", pero su secretario general, George Robertson, ha excluido una intervención militar. Sin embargo, el envío de tropas alemanas desde Kosovo decidida ayer cambió de hecho este anuncio, aunque no implica su utilización en combate. Pero la sola presencia de unidades blindadas cambia el cuadro militar.
Hacia nuevas fronteras
La salida de este último acto podría ser un nuevo mapa balcánico, solución dolorosa para sus clases políticas pero que tendría que hacerse, según fuertes corrientes de opinión, antes de la entrada de esos países en la Unión Europea.