Mar del Plata (enviado especial).- La mediocridad sigue siendo el eje de las películas que compiten por el Ombú de Oro, la máxima distinción del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Mientras tantos, hay papelones notables, aunque supuestamente de buena educación, como el de entregarle el Ombú de Oro a Sally Potter cuatro años después de haberlo ganado por su película "La lección de tango". Otro de los papelones fue el cambio del jurado al comienzo del festival. La sensación que queda es que se le ofrece el puesto a cualquiera con tal de que acepte.
En tres días el festival tuvo casi treinta mil espectadores (de jueves a domingo inclusive), pero la cifra no conformó a los organizadores y en un intento de hacer crecer rebajaron el precio de las entradas, de 3,50 pesos a 3, y los jubilados, que en esta edición brillaban por su ausencia, ahora sólo pagarán 1,50, con lo que se espera llenar muchas salas de abuelos.
Las películas de la competencia oficial son en su mayoría óperas primas. La idea parece ser sembrar para en el futuro contar con los directores de esos filmes en el festival, según la lógica del agradecimiento: nadie olvida la primera oportunidad que se le dio de mostrar su película internacionalmente y entonces vuelve cuando es más famoso a ese primer amor.
Mientras tanto, hay que hacer fuerza para soportar flojedades varias que hablan mal de los seleccionadores: ¿son especialistas en cine o qué? Hay películas aburridas como la polaca "Soy yo, el ladrón" "It's me, the thief"), de Jacek Bromski. En este caso no es una ópera prima ya que su simpático director filmó unas cuatro películas antes de ésta. Bromski estaba fascinado con el hecho de venir a la Argentina. El realizador explicó que durante su juventud soñaba con el país a raíz del diario de Witold Gombrowicz que publica en París la revista Cultura. Gombrowicz vivió más de 20 años en la Argentina y sus experiencias eran leídas por los jóvenes polacos cultos como una de las grandes odiseas del siglo XX.
"Soy yo, el ladrón" cuenta la historia de Huevo, un chico que sabe mucho acerca de autos y en el clima de pobreza de su país su única aspiración es convertirse en ladrón de coches bajo las órdenes del capomafia de la ciudad. El retrato de Huevo es aburrido y ni siquiera la estridente música que se pone alcanza para hacer creíble el relato.
El turno de Latinoamérica en la competencia oficial llegó con "Tres noches", del director venezolano Fernando Venturini. La película es un policial. Resulta interesante por cómo muestra la ciudad de Caracas pero los actores están mal dirigidos, con excepción de Juan Carlos Vellido, quien compone un personaje creíble. Promocionada como una película con fuerte influencia del cómic, la tal influencia es más un deseo que una realidad.
Es curioso que para el festival de Mar del Plata, en todas sus ediciones desde que se reinauguró en 1996, se incluyan películas policiales en la competencia oficial. Las reglas del género les dan a los directores una estructura para sus películas, pero para el espectador es otra vez la misma historia del bien y mal, de policías y ladrones, que Hollywood ha hecho hasta el hartazgo y en muchos casos con grandes resultados.
Con poca gente en su proyección, la película de Guinea "Registro temporal" (Inmatriculatione temporaire"), de Gahite Fofana, se erigió en la mejor de los últimos días. Sin grandes pretensiones, el filme cuenta el viaje de un muchacho desde Francia a Guinea. Viaja para buscar a su padre, quien vivió en Francia y se supone que fue deportado a su país por las leyes de inmigración. De esa manera, el muchacho creció con su madre francesa y una vez mayor decidió ir a conocer a su padre biológico. Apenas llega a Guinea es robado por una banda de jóvenes que se dedican a asaltar a los turistas con el cuento del tío. El muchacho se queda con lo puesto y unos cuantos francos que supo esconder en su cuerpo. Por casualidad se hace amigo del jefe de la banda, que no sabe nada del asalto. A partir de esa amistad, el muchacho comienza a vivir otro destino, bastante alejado del civilizado mundo francés.
Escándalos y amoríos
La gente adora a Sally Potter. Cuando en la sala del Cinema 1, situada en uno de los shoppings de la ciudad, se anunció que iba a estar la directora de "Orlando", el público tembló como una ola de placer. La realizadora recibiría el Ombú de Oro que ganó en 1997 por "La lección de tango". Con gesto pudoroso el director del Instituto de Cine, José Miguel Onaindia, dijo que quería hacerle entrega del premio a la directora y se abstuvo de explicar la complicada situación.
Cuando ganó por "La lección de tango", como Sally Potter no estaba, el Ombú se lo dieron al productor de la película, quien también se quedó con el dinero del filme, para después asociarse al director argentino Juan Carlos Dezanso, con quien produjo nada menos que la película "Eva Perón". El metálico, según estipulaba el reglamento del concurso, se lo llevaba el productor, con la idea de que volvería a trabajar con el mismo director, pero nadie reparó en que podían pelearse, como sucedió con Potter y su productor, quien tampoco le hizo llegar el Ombú que se llevó en 1997.
El festival es un organismo vivo y por eso está expuesto a los cambios permanentes. Sólo que, además de los lógicos, hay algunos que son patéticos. Es el caso del cambio de jurados. Primero fue Nikita Mijalkov, que aceptó y después renunció como presidente del jurado, para ser reemplazado por el español José Luis Boreau. Esto fue antes de que se iniciase el festival, por lo cual es aceptable, pero el cambio del director cubano Humberto Solás por la actriz del mismo origen Jaqueline Arenal se produjo en el inicio del festival, con los catálogos de la muestra ya impresos en poder de los espectadores, que aprovecharon el buen precio a que se vende el libro (a cinco pesos, contra veinte que se vendía en la última edición).