"No creo en absoluto que todo lo comercial del folclore sea definitivamente malo por tener esa condición" expresó entre otros conceptos la cantante Liliana Herrero, quien en estos días visitó Rosario para participar del acto por el Día de la Mujer que se llevó a cabo en el Monumento a la Bandera el jueves y que contó ademas con las presencias de la actriz Virginia Lago y la cantante y autora Eladia Blázquez. En un extenso diálogo con Escenario la cantante nacida en Villaguay, Entre Ríos, expresó sus puntos de vista, como artista y como intelectual, sobre el carácter social y no sexista de la celebración de la que participó; arriesgó opiniones sobre el género musical que cultiva y habló de sus proyectos para este año. Pero fundamentalmente reflexionó extensamente y en medio de una profunda emoción sobre el impacto que le causó haber participado como figura invitada de Mercedes Sosa en el recital que "La Negra" ofreció en la localidad de Santa Catalina, Jujuy, para el cierre del ciclo "Argentina en vivo". -¿Qué opinás de los "días de..."? -Creo que el Día de la Mujer tiene más tradición y sentido que el Día del Sobrino. Es algo para mí importante como lo es el Día del Trabajador. -¿Para vos ese sentido es social o sexista? -Yo le atribuyo un sentido más social. No pertenezco a los movimientos feministas y no me atrevo a hablar de los llamados "problemas de género" pero me parece muy bien que, en la dimensión social, la mujer sea reivindicada, sin olvidar que el hombre y la mujer son discriminados en cualquier sociedad fundamentada en la desigualdad, la jerarquía económica y el mercado. A la mujer le agregaría un plus por estar discutiendo los derechos reproductivos, el de formar familia que quiera... -¿Y qué pasa con las mujeres que cantan? ¿Hay machismo en el folclore? -Yo en particular no lo he sufrido y no me atrevo a generalizar, pero creo que es porque yo tampoco permití que lo hagan. -¿En qué proyectos estás trabajando? -Hay tres proyectos consistentes, el primero, en grabar con mi banda otro disco que continuaría lo hecho en "Recuerdos de provincia". El segundo es volver a trabajar con Juan (Falú) sobre otro dúo histórico como fue el que hicieron Eduardo Falú y Jaime Dávalos, con un tono pedagógico y educativo que me gusta porque hace que las grandes producciones culturales, como las de ellos, no "prescriban" y continúen. El tercer proyecto, para fin de año, es hacer un disco con Fito sola en piano y voz, con 13 ó 14 temas que son los que a los dos más nos gustan de su producción. Me gustaría cantar temas como "Tres agujas" y "Ambar violeta". Estoy feliz porque el disco con Juan Falú salió nominado para los premios Gardel y retomaremos los conciertos a partir de mayo hasta fin de año. Vamos a cantar y a contar quiénes fueron Leguizamón y Castilla, esos dos hombres que, en un momento se dieron cita en Salta y produjeron esta canción folclórica tan feliz que habla de la unión del hombre con la naturaleza. -¿Creés que puede llegar a crecer orgánicamente un movimiento de músicos folclóricos alternativos a la producción más comercial? -No sé si puede crecer así, pero yo apuesto a eso, a esa gente que va a las peñas de Buenos Aires como El Desalmadero o La Eulogia Peña, que nunca está en el escenario mayor de Cosquín y que trata de reflexionar de otra forma sobre el folclore, el país y la cultura, que no está ligada tan incondicionalmente al mercado. -¿Todo lo comercial es malo? -La verdad es que no. A mí Soledad o Los Nocheros no me interesan, pero creo que son grandes cantores, como creo que es un gran cantor Luciano Pereyra, que tampoco me gusta lo que hace. De Soledad no me gusta ese modo de estar en escena, con esos tics tan aprendidos, pero hay que decir que es extraordinario lo claro que tiene esa chica qué es lo que tiene que hacer sobre un escenario. -¿Qué balance hacés de la experiencia de cantar en Santa Catalina junto a Mercedes Sosa? -Tuve la sensación de que lo que había pasado era maravilloso pero que esa gente se quedaba sola una vez más. Me impresionó que el chico que conducía el auto que nos llevó a tomar el avión en La Quiaca nos despidiera dolorido; hasta nos dijo: "Ustedes no vuelven más por acá". -¿Todo fue bello y doloroso? -Tuvo sus partes, si se quiere, graciosas, como que los gendarmes pugnaran por sacarse fotos con Mercedes mientras ella renegaba contra las medidas de seguridad adoptadas. Lo más lindo fue cuando una señora que venía de los cerros se le acercó y le dijo "canta muy lindo usted señora; yo no la conocía a usted porque vivo allá en el cerro". Fue una de las cosas más emocionantes que yo pasé en mi vida musical y eso que yo no fui la protagonista. No me imagino lo que debe haber pasado por la cabeza de Mercedes (Sosa). -Sobre "Argentina en vivo" en Santa Catalina, quisiera que por el momento hable la profesora de filosofía y letras Liliana Herrero... -Se me reforzó la idea que las ciudades importantes de este país le dan la espalda a esa cantidad de "Argentinas" que hay dentro de la Argentina. Pero por otro lado me pasó que me quedé sin habla, que suspendí las palabras y me quedaron grabados en el corazón los rostros cetrinos, esas bocas con escasos dientes, esa mirada entre pícara y triste, el silencio y como dice la zamba: "En la Puna triste te vuelvo a querer". En esa Puna triste volví a querer a la Argentina. La bandera argentina flameando en las manos de una pastora señalaba justamente la ausencia de la Argentina oficial, que no se ocupa de esos lugares, junto con la presencia fuerte de la idea de Patria. Una imagen que me impresionó fue la de las banderas de la nación coya, del Tawantinsuyu, cuando cruzaron el río. Tal vez en ese sentido sentí una especie de sensación de culpa de que los intelectuales tengamos tan escasa reflexión y pensamiento para esas Argentinas que existen también en Entre Ríos, en Santa Fe, en los barrios marginales de Buenos Aires. -¿A la profesora universitaria Liliana Herrero, eso le influirá de algún modo en el contenido de lo que va a enseñar de aquí en más? -Sí. Me obliga a pensar otras cosas y a leer otras cosas; de hecho, yo volví a casa y lo primero que agarré de nuevo fue a Juan L Ortiz, quien decía: "Retirarse del lugar natal, que es donde está la iluminación y el infinito, es un sacrilegio". Entonces pensé en lo inconcebible que sería poner a esas personas fuera de ese lugar, a pesar de que es tan inconcebible como inhumano que vivan como viven. -¿Y a la cantante Liliana Herrero le cambió algo? -Me reforzó ideas como que la música es un mundo complejo, exquisito, de un contacto con algo fundamental y trascendental, lleno de silencios de sugerencias. Pero lo que más me impresionó fue lo hecho por Mercedes Sosa. Me parece que es una persona de un oficio extraordinario, ya que en el recital cambió el repertorio sobre la marcha, pulsando al público y a sus sentimientos. Nunca escuché una versión de "Cuando tenga la tierra" como la que cantó ese día, cuando quebró la voz y mostró su garganta lacerada y casi rockera porque su corazón y su alma estaban lacerados. -¿No sentiste un ataque de "setentismo" en esos momentos? -Seguro. Es que uno sentía la presencia de algo que alguna vez llamamos la Patria, que la bandera argentina flameando ahí en ese intersticio tenía un valor que en general no se le da. El mismo hecho de cantar el Himno Nacional en la versión de (Charly) García adquirió un sentido y emotividad que hace tiempo que muchos de los que estábamos ahí no sentíamos. -¿Crees que le cambiaron en algo la vida a esa gente? -No, en absoluto. Esas personas estuvieron en contacto con otras cosas completamente diferentes y después todos volvieron a sus graves problemas de falta de agua, de salud, de vivienda, Fueron días de su carnaval en los que se cruzaron con nosotros ofreciendo su mejor forma tradicional y así se combinaron dos buenos modos de festejar la libertad.
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