Parati es un enclave colonial donde el tiempo parece haberse detenido, pese a la cercanía (251 kilómetros) con la Ciudad Maravilla, Río Janeiro.
Declarada patrimonio histórico por la Unesco, el lugar promete buen descanso para los turistas que recorren sus angostas calles adoquinadas y los coloridos caseríos de techos de tejas, del siglo XVII.
Iglesias, opulentas mansiones y vastas haciendas son resabios de la época dorada que se instaló allí durante el siglo XVIII, cuando los portugueses descubrieron oro y diamantes en el cercano estado de Minas Gerais, y Parati se convirtió en escala obligada de los cargamentos enviados a Europa.
Los pobladores del lugar, unos 28.000, cuentan con orgullo que figuras famosas como Sonia Braga y Mick Jagger suelen visitarlos, y aseguran que en sus hoteles y posadas, y con restaurantes de cocina internacional, la estada es confortable.
Por las características geográficas del lugar se puede llegar a sus paradisíacas playas caminando o en barco, y hay sitios como la playa Brava y la ensenada de Laranjeiras (a unos 30 kilómetros) donde los surfistas encuentran olas impresionantes.
Un poco más lejos están los arrecifes de Batanguera, rodeados de aguas muy azules, lugar que convoca a los buceadores. Y para los más osados, los que se animan al nudismo, está Parati-Mirim, a sólo 17 kilómetros, la playa más famosa entre estos cultores.
También próximas las pintorescas villas de pescadores de la ensenada de Taritub, y las playas Do Baré y Ponta Negra, esta última sólo accesible si se contrata un taxi acuático.
Una buena idea es pasar una noche en las tranquilas pensiones de Villa Trindade y Playa Grande, también ir hasta las ruinas de un antiguo fuerte en Bom Jardin, y llegar a la cascada de agua dulce de Lula y hasta los astilleros y el fondeadero de Boa Vista.
Aguardiente
En el centro histórico de Parati hay varios ateliers donde los artistas modelan papel maché y venden pinturas al óleo, acuarelas, cerámicas y esculturas. Otro paseo imperdible son los tradicionales ingenios de Corisco, Coqueiro, Maré Alta, Tì Legal y Vamos Nesa, donde se elabora el aguardiente.
En el centro vale la pena detenerse ante joyitas arquitectónicas como el Quartel de Patitiba, la Santa Casa de la Misericordia y la iglesia Nuestra Señora de los Remedios, sede de una interesante pinacoteca.
La ciudad que soñaron en 1660 los colonizadores portugueses, y que albergó una historia de dolor entre los esclavos -quienes pusieron con sus manos las piedras redondeadas de las calles- subyuga a los viajeros y los transporta hacia esos tiempos. Esclavos que supieron ganar su libertad 222 años más tarde.
Playas de arenas doradas, aguas azules o de un verde estremecedor, cocoteros, árboles frutales y morros es la fórmula exacta y casi mágica que atrapa a los forasteros con su particular sosiego, y convierte a los apergaminados bichos de ciudad en seres saludables y radiantes.