Es sin dudas la ciudad más antigua, visitada y atractiva de Sudáfrica. Conocer Ciudad del Cabo requiere ciertas pautas, como saber que está a ocho horas de Buenos Aires, con vuelo directo por Malaysian Airlines.
Situada bajo la majestuosa Table Mountain, ofrece el paisaje único de la montaña y la costa de la península. La montaña de la mesa, como se llama a esta importante atracción turística, se eleva 1.086 metros sobre el nivel del mar. Frecuentemente, su cima suele estar envuelta en nubes que, en verano, arrastradas por un viento muy fuerte del sudeste, se condensan sobre los precipicios formando un verdadero "mantel" espectacular que se desparrama sobre la "mesa" (las caras de la montaña) para desaparecer misteriosamente en un punto. Este espectáculo vale la pena disfrutarlo sentado, tomando algo fresco, bajo una acogedora sombrilla en la zona de salida del teleférico.
Los más aventureros pueden llegar a pie, por caminos señalizados, con un buen mapa y en compañía de alguien que conozca el camino. La mayoría de los visitantes sube en el teleférico, un viaje de cinco minutos imperdible por las deliciosas vistas, que puede resultar muy romántico si se lo hace antes de la puesta del sol.
Ciudad del Cabo posee uno de los pocos centros comerciales sudafricanos que conviene descubrir a pie. Adderley St., la calle principal, ofrece un mundo de compras a precios muy convenientes en la inmensa Golden Acre y su complejo subterráneo de negocios, Sun Gallery, y un pintoresco mercado de flores.
Pasear por Government Av. nos permite visitar galerías de arte antiguo africano, expresiones ultramodernas, estilos holandeses, británicos y afrikaans.
También vale la pena internarse en Green Market Square, uno de los mercados más bellos de Africa que permite ver y comprar parte de lo auténtico sudafricano en joyas étnicas, artesanías y productos textiles. Y si todavía sigue el deseo de hacer compras, hay que dar una vueltita por la estación de trenes, donde es posible encontrar gangas.
Aires de San Francisco
La ciudad y el puerto se unen felizmente en el muelle Victoria y Alfred (Waterfront) con un plan privado multimillonario basado en las ideas del proyecto del puerto de San Francisco, pero con un animado carácter propio. Ofrece entre otros encantos un moderno oceanario con un túnel submarino de vidrio, teatro Imax, restaurantes, bares, tiendas especializadas, mercados de artesanías y un museo marítimo.
Lo interesante es que el muelle reúne en sí un lugar de trabajo y diversión. Conviven buques mercantes, pesqueros, oficinas, turistas y complejos residenciales. Relájese y disfrute al atardecer de unos buenos langostinos y frutos de mar con un fresco Sauvignon blanc Knorhoek 98, escuchando un concierto de jazz en vivo, por no más de 15 dólares por persona.
No puede faltar un paseo en velero para visitar Robben Island, la isla donde estuvo preso Nelson Mandela. Hoy funciona un museo y es recomendable reservar la excursión anticipadamente por la enorme demanda.
Se trata de un testimonio escalofriante de la reciente época del apartheid. Los guías son ex carceleros y ex convictos cuyo delito fue el color de su piel. En las celdas hay fotos y grabados que cuentan las impresiones de los detenidos políticos.
Es posible también hacer playa para tomar un baño, navegar, hacer surf, pescar y por supuesto tomar. Las más populares son Langesban y Blousbergstrand en la costa occidental, Sea Point y Camps Bay en la costa atlántica, y Noordhoek en dirección a Cape Point, ideal para la práctica hípica.
No se puede dejar la ciudad sin haber llegado hasta la punta de la península del Cabo para apreciar la cercanía de los océanos Atlántico e Indico. Puede hacerse en auto o bien tomando un tour. Hay excelentes guías argentinos y un buen contacto es Grosvenor Tours (e-mail: [email protected]).
La salida es por la mañana, bien temprano, por Western Bv., con recorrido panorámico frente al mar por Beach Road, pasando por playas y barrios residenciales de Sea Point (playa nudista de hombres), Clifton y Camp's Bay, que cuenta con buenos restaurantes de frutos de mar. De agosto a noviembre, esta zona del Atlántico es visitada por muchas ballenas.
Al llegar a Hout Bay conviene hacer una parada y aprovechar la playa y el bosque, subirse al barco para llegar hasta la gran roca (isla de lobos) o visitar un negocio de perlas cultivadas y artesanías, muy bueno.
En la Reserva Natural del Cabo de Buena Esperanza nos encontramos con la vegetación autóctona con más de 200 variedades de flores, arbustos y antílopes locales como los springbocks.
Luego de ascender por un camino rodeado de impresionantes vistas del Atlántico y el Indico, se llega al faro que anuncia a los navegantes que allí empieza o termina Africa. Un viento enfurecido da el marco al momento en que los ojos pueden abarcar todo el mar e imaginar como allí cerca se juntan dos océanos.
De regreso a Ciudad del Cabo, se puede visitar una colonia de pingüinos sudafricanos (pingüinos burros) y también el jardín Kirstenbosch, uno de los botánicos más famosos del mundo, con senderos que atraviesan jardines aromáticos, bosques de pinos amarillos y un increíble despliegue de especies. Hay una floristería en la entrada, Garden Shop, donde se puede comprar regalos, plantas, y libros.
Y un paseo entre las plantas puede ser una maravillosa manera de disfrutar una tarde de domingo en verano, para terminar cenando al aire libre, antes de que dé comienzo el concierto que cada semana se celebra en los bellísimos jardines.