Rafael Iglesias (*)
En estos días nos encontramos con la noticia de que se autorizó la demolición de una propiedad que pertenece al patrimonio urbano de la ciudad. Dicha operación es llevada adelante, en forma particular, por funcionarios municipales. Ellos sostienen -se excusan- que el reciclaje y la conservación del edificio no se realizan por la ineficiencia del sistema: casualmente, del sistema que ellos mismos organizan y pilotean. Lo grave no es su participación ni sus criterios de proyecto. Tampoco es malo que un empresario quiera hacer más y más para satisfacer su ambición. Por el contrario, creo que esto es bueno. Lo malo aparece cuando el poder público no le pone los límites o cuando estas dos partes se asocian. Así, parecen aún más graves las declaraciones del titular de la secretaría a cargo de esta decisión: "Yo no hubiese tirado esa propiedad", dijo Sebastián Bonet. La misma respuesta que hubiese dado mi tía Sara mientras se acomodaba los ruleros o barría la vereda. Yo me pregunto: ¿qué normativas del Código Urbano se han modificado o creado para prever estas situaciones que eran previsibles? Medidas tales como determinar alturas máximas o establecer restricciones que protejan nuestro patrimonio en el Paseo del Siglo o la eliminación de los retiros que afectan a las calles céntricas y que tanto daño han causado. Pero no se ha tomado ninguna medida. Deberían saber que la continuidad del muro urbano es más importante que ampliar unos centímetros la vereda. La demolición, a su vez, ubica dos problemas en la puerta: la pérdida de una propiedad de principio del siglo pasado, que da carácter al lugar, y el retiro obligatorio, que le quitará la continuidad a la pared urbana. No saber no es bueno, pero no saber que no se sabe es peligroso. Planificar es prever, es una actitud anticipatoria pero no profética. A la manera en que un jugador de ajedrez lee las piezas del tablero y establece las próximas jugadas posibles, planificar es tratar de vislumbrar lo que sucederá, o realizar las acciones necesarias para que tal o cual cosa suceda a partir de un cierto y determinado estado de cosas. En tal caso, el tema a resolver es cómo mantener las propiedades que le dan sentido al Paseo del Siglo que, por otra parte, la misma Municipalidad creó. Planificar significa plan, aplanar, allanar, quitar los obstáculos que pueda tener el camino que nos llevará a un objetivo determinado. Por lo visto, podríamos decir que los funcionarios que conducen la Secretaría de Planeamiento han revolucionado la materia transformándola en la disciplina que tiene la capacidad para detectar los mejores y más racionales métodos capaces de llegar a un resultado puramente casual. Es decir: azar, puro azar. Y esto no es casual. Para entender cómo funciona en estos días la Secretaría de Planeamiento, yo les recomendaría una película: "¿Dónde está el piloto?". Desde que esta administración asumió -hace un año- no se planifica. Planeamiento está a la deriva. Un ciclo que comenzó en el 84 con una política urbana que se trasladó a través de las distintas administraciones acaba de concluir. Hoy nos encontramos con problemas que tendrían que haber sido previstos. No quiero suponer las previsiones que habrán tomado con respecto al puerto o al puente Rosario-Victoria. Mi modesta intuición me dice que habrá que mantener los cinturones ajustados cuando estos emprendimientos aterricen en Rosario. La ubicación de los locales bailables sobre Wheelwright cortó un desarrollo residencial de calidad que se venía haciendo en forma espontánea. Lo congelaron. Y los supermercados merecen un párrafo aparte, ya que exhiben una asombrosa capacidad para instalarse en cualquier parte. Como se ve, la demolición de una propiedad no es el único caso. La enumeración puede continuar pero sería demasiado largo. Prefiero recomendarles otra película: "Adiós a Las Vegas". Al comienzo de la historia, un barman le dice a Nicolas Cage -un alcohólico terminal-: "Si vieras lo que yo veo, pararías de tomar". Digo esto porque el poder también embriaga. ¡Salud! (*) Urbanista y arquitecto
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