Año CXXXIV
 Nº 49.036
Rosario,
jueves  22 de
febrero de 2001
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Copa Libertadores
Central fue una orquesta y goleó 6 a 0 a Universitario

Javier Parenti

Una goleada gigante, necesaria y oportuna. Como para espantar temores. Ideal para recuperar la confianza de poder pelear por la Copa Libertadores, la que había quedado golpeada en aquella dura derrota en Colombia. Por eso el 6 a 0 cayó justo. Ante un muy débil Universitario, ante esos canallas que enloquecieron con cada gol, para toda la gente que se fue feliz del Gigante de Arroyito con total ilusión.
La misma que fabricó con su juego y sus goles el conductor canalla. El Equi, que arrancó el 2001 con todo, apilando rivales con su talento y con su pegada afilada en cada tiro libre. Ezequiel González fue el que abrió el camino, quien se atrevió a jugar y a hacer jugar a sus compañeros, el que encendió la mecha para que explotara la goleada.
Bastó que acariciara aquel tiro libre de los 7' para sacudir la red. Y con el gol se empezaron a despejar esas dudas canallas que habían asomado en la noche con Junior y que aparecieron en la tarde granate del domingo.
Ni hablar cuando Cuberas metió el segundo, apareciendo por detrás de la jugada que se había iniciado en el córner de Ezequiel, que peinó Lequi en el centro del área.
Partido terminado. Universitario ya había mostrado su impotencia. Sus debilidades. Es que amagó en el arranque, cuando llegó por primera y única vez en el primer minuto de juego y se vio perjudicado por el árbitro brasileño, quien dejó pasar un claro penal de Tombolini al argentino Adrián Gorostidi. Después nada más. Un error tras otro y un acierto canalla tras otro también.
Y nada mejor que un golazo para ratificar que Central ya tenía el partido ganado. ¿Quién sino Ezequiel? Acariciando la pelota, tratándola suavemente hasta para pisarla y hacer pasar de largo al arquero Ibáñez, y definir con clase, a lo Diego, al segundo palo.
Fue la luz que necesitaba el Gigante, la que brilló más fuerte justo en el momento que una de las torres había perdido fuerzas. El Equi González al que, lamentablemente, le queda poco tiempo en el fútbol argentino.
¿Los peruanos?, seguían mareados. Ni el zapatazo de Giuliano Portilla que desvió Tombolini asustó. Sólo quedaba esperar y hacer apuestas sobre cuántos goles canallas faltaban.
El primer cuarto de hora del complemento se extinguía y los auriazules ya palpitaban el gol que faltaba. El de Juan. Y él fue, buscó en el área y Araujo casi lo deja sin camiseta. Penal y grito premonitorio del estadio: "¡El Pizzigol, el Pizzigol!" Y no los podía defraudar. Derechazo bajo y a la derecha para decretar el cuarto. Misión cumplida.
El conformismo se notaba, pero el equipo peruano invitaba a la alegría del gol. Triangulación que empezó Vitamina, que continuó Arias gambeteando en el área y levantando la cabeza para darle el pasegol a Iván Moreno.
Cinco goles parecían pocos y De Bruno puso su cabeza al sexto gol, aprovechando el estatismo de los defensores tras el córner del Torpedo Arias.
Y fue fiesta canalla. Con goleada incluída para alimentar el sueño copero y esperar a River con otra cara. La mejor de Central, la que aparece cuando se prende la luz de Ezequiel.



Un festejo multiplicado por seis alegró al pueblo canalla.
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