Porque generan trabajo. El divorcio de artistas, de figuras del jet set, genera trabajo. ¿Cuántos hacheros en los bosques, obreros de las fábricas de papel, periodistas, fotógrafos, trabajadores gráficos y canillitas tienen asegurada su ración de la semana gracias a que se separó Catherine Fullop, ¿eh?
Porque los beneficios del divorcio de divos se extienden. Cuando Russell Crowe dijo que prefería a las vacas antes que a Meg Ryan nadie quiso ver el profundo sentido ecologista de la declaración. Además, nadie apreció que en el solo tránsito de la noticia estuvieron afectados miles de trabajadores de las agencias informativas y de los medios de todo el mundo que si no hubiera sido por estos dichos, vaya a saber de qué pavada se habrían ocupado.
Porque muestra que ellos también tiene sangre y sufren. La gente de la farándula es de carne y hueso como cualquiera. Que aparezcan en las tapas de las revistas semidesnudos y sonrientes tras el conflicto matrimonial en lugar de doña Catalina, don Pancho o la panadera, es por el precio de la fama. Solo queda ver el dolor que hay en la mirada de Catherine cuando recostada en un sofá, abrazada a un almohadón y con botas de cuero en pleno verano como para sufrir más, declara a "Caras", sutil y siempre creativa: "Lo que estoy viviendo es muy doloroso".
Porque en todas partes se cuecen habas. Catherine Fullop se estará por separar y Jorge Corona andará a las patadas con la esposa, pero en este país todo está bien. ¿Qué son un par de billetes enjabonados al lado del drama de la actriz venezolana o de lo que ocurre en países ejemplares como Estados Unidos, donde Harrison Ford, Alec Baldwin, Frank Langella y Jack Nicholson, se la pasan peleando con Kim Basinger, Mellisa Mathison, Whoopy Goldberg, Lara Flynn Boyle respectivamente o no. Y encima su gobierno bombardea a Irak.
Porque desnuda nuestras falencias. El consumo de noticias sobre divorcios de la farándula muestra que la inestabilidad afectiva del "ambiente" complace la curiosidad que debería dirigirse a temas más candentes y colectivos y que lo que se acepta en los famosos se censura con hipocresía en el ámbito privado.
Porque es un espejito de colores. Si no fuera trágico, sería casi enternecedor ver con que ingenuidad, sigue habiendo quien se amontona a mirar asombrada las demostraciones del vendedor callejero de pelapapas y quien se agachan a ver por qué no explotó el cohete, mientras rondan los punguistas.