Año CXXXIV
 Nº 49.033
Rosario,
lunes  19 de
febrero de 2001
Min 18º
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Editorial
El costo de las demoras

Tal vez como en ningún otro aspecto de los múltiples que conciernen al arte de gobernar, el costo de las demoras se hace sentir con tanta intensidad como en la preservación edilicia de aquellos bienes que, dejados de lado para su utilización inmediata, forman parte indisoluble e importante del patrimonio urbano. Es decir, resulta más fácil encarar el compromiso de una obra pública nueva que el de mantener en relativamente buenas condiciones un edificio público que, aunque posee un valor histórico y estético que supera con creces al de la mera utilidad inmediata, ha sido desechado.
Lo dicho responde al enorme y creciente grado de deterioro que presenta el imponente edificio donde hasta hace más de un año funcionó desde 1914, cuando fue construido al efecto, la Jefatura de Policía. Se trata de la manzana comprendida por las calles Santa Fe, Moreno, San Lorenzo y Dorrego. La construcción aparece hoy cercada con una cinta plástica de alerta para los transeúntes respecto de eventuales desprendimientos de mampostería.
Como se recordará, durante la gestión de Jorge Obeid se dispuso que, una vez operado el traslado de las dependencias policiales al predio de la ex Fábrica Militar Domingo Matheu, se hicieran trabajos de remodelación para organizar, con la plaza San Martín y la también magnifica construcción de los viejos Tribunales de calle Moreno, un gran centro cívico. Según altos colaboradores de Carlos Reutemann, ese proyecto está, cuanto menos, suspendido, con posibilidad mayúscula de acabar desechado. Por ahora, lo único que se ha encargado es una evaluación técnica del deterioro y del costo que insumiría su reversión, algo que quizá pueda ser decidido el mes próximo.
Es lamentable que por trabas burocráticas y diferencias de criterios entre la actual y la pasada administración, exista una situación como la mencionada. Situación que, como resulta obvio, continuará agravándose a medida que pase el tiempo. Nadie pone en dudas de que, a diferencia de lo que sugieren ciertas experiencias negativas del pasado, existe la convicción de preservar para el patrimonio urbano y arquitectónico rosarino tan valiosa construcción. Pero todo indica que, tal como ha sucedido durante ese mismo pasado, cuanto más transcurra el tiempo sin adoptarse una decisión final ni disponerse los recursos capaces de materializarla, más costosa y lejana se presentará la consumación de ese objetivo. Ojalá que acabe primando el sentido común. Será en beneficio de todos y en homenaje a aquellos visionarios que hicieron de Rosario una gran ciudad.


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