Por cantidad y calidad Rosario se ganó a partir de la década del 50 el mote de capital de la bicicleta, un título que mantuvo por décadas. Pero aquellos años de oro en nada se parecen a los actuales. Golpeada por los altos costos e ineficiencias en la producción, la apertura indiscriminada de la importación y la imposibilidad de muchos de adaptarse a las nuevas reglas de juego, la industria local de las bicipartes dejó de andar sobre ruedas. Una reciente resolución que aranceló la importación de unidades provenientes del Uruguay al comprobarse que las bicicletas incluían partes de China, abrió una luz de esperanza entre los empresarios, quienes abrigaron la posibilidad de una reactivación.
Sin embargo, el camino está plagado de obstáculos. En primer lugar, porque durante los últimos días trascendió que la Cancillería accedió a rediscutir la medida arancelaria, que fijó un arancel del 23 % para los productos ingresados por la temida compañía uruguaya Motociclo. Pero también porque la coyuntura sorprende a los industriales rosarinos con la guardia baja y encima no está puesto sobre la mesa un paquete de instrumentos que ayuden a potenciar el sector.
Desde la Secretaría de la Producción municipal afirman que tienen previsto crear un plan de apoyo sectorial con la colaboración de la Secretaría de la Pequeña y Mediana Industria de la Nación (Sepyme), aunque por el momento se trata sólo de un proyecto. En este contexto, los empresarios aseguran que están dispuestos a dar pelea, pero se preguntan si aún hay posibilidades de salvar la ropa.
Recuperar el entusiasmo no es fácil, dicen, mientras relatan las complicaciones que el sector sobrellevó por años. Aseguran que en el transcurso de los 90 se perdieron en la zona unos 8 mil puestos de trabajo y que de las 300 fábricas chicas, medianas y pequeñas que existían hay menos de 100 en pie, la mayoría de las cuales atraviesa severas dificultades económicas y financieras.
Por eso, la noticia sobre la decisión argentina de acceder a rever la aplicación de aranceles extra Mercosur para las bicicletas de componentes chinos que se importan desde el Uruguay cayó como un balde de agua fría. La cámara industrial pidió la semana pasada una audiencia con el secretario de Industria de la provincia, Ricardo Fragueyro. En esa reunión le solicitaron que intervenga para que la Secretaría de Industria que encabeza Javier Tizado actúe "de inmediato y defienda los intereses de la producción argentina".
"Lo que queremos es participar de las discusiones porque nadie mejor que nosotros para defendernos", resumió Eduardo Aita, titular de la cámara.
Raúl Nosti, un representante de Acindar en Rosario que desde hace 30 años "atiende" a los bicicleteros, graficó con precisión a La Capital la evolución que tuvo el sector. Puntualizó que el deterioro se precipitó a partir del 95 y que de las 350 toneladas mensuales de caño que se compraban por entonces, la demanda se redujo a sólo 30 o 40. "Dar vuelta esta situación es prácticamente imposible, pero lo último que se pierde es la esperanza", señala con crudeza el agente de ventas.
Nosti tenía en su listado de clientes a unas 30 fábricas de la región, y ahora revela que la lista se reduce a cuatro o cinco. "A muchas otras no les podemos vender por las enormes dificultades financieras que están atravesando o porque directamente están en convocatoria", relató.
El representante de Acindar defendió la calidad de los productos de fabricación local. Según él, las empresas locales que sobrevivieron son todas de "primer nivel, como también lo eran muchas de las que cerraron".
Cómo levantar cabeza
La situación que atraviesa el sector es tan delicada que los representantes del rubro se resisten a pensar que la sola puesta en marcha del arancelamiento a las bicicletas uruguayas alcanzará para levantarse. Eso sí, dan por seguro que habrá una muerte súbita si el gobierno da marcha atrás con la resolución que determinó la aplicación de aranceles.
Creen que para la recuperación del rubro es fundamental que paralelamente se definan otros puntos a favor de la industria nacional. Los bicicleteros no sólo pretenden que se mantengan los aranceles a los productos de Motociclo sino que además exigen más protección para las partes que aún se fabrican en Argentina, como llantas, cuadros, horquillas y guardabarros. Además solicitan una rebaja en los aranceles para aquellas piezas "que ya no tenemos ninguna posibilidad de hacer acá porque esas industrias desaparecieron", dicen, como sucede con los piñones o las cadenas.
Pero el pedido de los locales va más allá, porque están reclamando que todas las bicicletas que ingresen al país estén desarmadas: "Que vengan los rodados de alta calidad y precio pero que entren desarmadas para por lo menos crear acá puestos de trabajo en el ensamblaje", plantea Aita. En la lista de los pedidos se anota también que los cuadros para las bicis sean originarios del Mercosur.
De cumplirse estos puntos, y confiando en que la recesión y todos sus males anexos se alejen de a poco de la Argentina, los fabricantes creen que podrán recomponer, aunque sea mínimamente la producción nacional, y ponerse a tono para competir.
"Si se vuelve atrás con la decisión, los pocos que quedamos vamos a cerrar. Pero eso no es todo, porque si no paran la subfacturación no tenemos con qué luchar. No nos van a dejar alternativa", disparó Américo Maggi, titular de la fábrica de cuadros para bicicletas Tamag SRL de Villa Gobernador Gálvez.
El dueño de Tamag asegura que es "muy duro" seguir subsistiendo y recuerda que aquellos que no bajaron las persianas se redujeron. "Nosotros llegamos a tener 60 personas empleadas en forma directa y ahora tengo 20 obreros, y ni hablar de los que dependían indirectamente de la fábrica", comenta a modo de ejemplo.
Intereses e impuestos
Alfredo Caamaño, de Rodados Junín, una empresa de Rosario, hace hincapié en las consecuencias "nefastas" de la importación pero subraya que hace falta un plan "en serio" de políticas activas. "No hay que dejar de lado los altos costos impositivos ni los intereses que nos cobran en le sistema bancario, que están por las nubes", se queja.
El empresario admite que el 2001 va a ser un año duro pero confía en que puede aparecer una lucecita al final del camino si "se toman las decisiones correctas a nivel de los funcionarios nacionales".
"Creo que las cosas pueden mejorar, aunque estamos tan decepcionados", dice Caamaño, quien agrega que "este trimestre estamos trabajando más o menos bien, como para salvar los compromisos anteriores, pero lo que puede pasar de acá en más, nadie lo sabe".
En la misma línea opina Carmelo Spensieri, socio de la firma de bicipartes Carmelo y José Spensieri: "Estoy seguro de que los que quedamos estamos dispuestos a emplear a más personas y en condiciones de hacerlo en la medida que tengamos un mercado en el que podamos trabajar con reglas claras. No es verdad que no nos tecnificamos, que no nos preparamos. Muchos no pudieron, no tuvieron tiempo, es cierto, pero los que lo hicimos nunca vimos el resultado de esas inversiones", comenta.
Spensieri asegura que "acá" el kilo de hierro "nos cuesta más caro que muchas bicicletas que entran desde China". Si la materia prima es más cara que el producto terminado, "¡qué importa todo lo tecnificados que estemos, no podemos de ninguna manera competir!", exclama.
El empresario exige que desde el gobierno "se hagan cosas concretas, que nos dejen de convencer con palabras" y agrega: "Yo no quiero créditos, lo que me interesa es que el Estado me deje trabajar".