Año CXXXIV
 Nº 49.025
Rosario,
domingo  11 de
febrero de 2001
Min 22º
Máx 27º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com






Cómo viene la desaceleración económica en Estados Unidos

John Cunnif

Para comprender por qué el índice de confianza del consumidor ha caído de pronto como un paracaídas sin abrir basta recordar las noticias de los últimos seis meses: La mayoría fueron malas. No fueron sólo sucesos tales como la pérdida de miles de millones en la bolsa, las amenazas de inflación, las advertencias sobre la recesión, los despidos en masa y la quiebra de las empresas de alta tecnología.
A estos sucesos se añade el hecho de que, durante los diez años precedentes, todas las noticias relacionadas con la economía y los negocios fueron, más que buenas, estupendas. Debido a eso, las malas nuevas fueron un grave golpe psicológico para el consumidor. ¿Podría considerarse pues que la caída vertical de su confianza fue una reacción exagerada?
Tal vez, pero por ahora no hay manera de determinarlo. El consumidor estadounidense no suele indicar sus cambios de estado de ánimo con la claridad que sugieren los índices. No es un autómata. Piensa, razona, espera a ver qué pasa.
Por ejemplo, se necesita tiempo para digerir el significado de los anuncios de despidos en masa por parte de las grandes empresas, que no impidió que la tasa de desempleo se mantenga en niveles mínimos. Y si las acciones elegidas por el consumidor aumentaron por encima del promedio antes de caer, es lógico que el individuo comience a dudar, reduzca sus expectativas y tal vez busque ayuda.
Es lo que han hecho muchos. No sólo se deshicieron de acciones durante la gran caída de los índices, sino que buena parte de su dinero fue a parar a los fondos mutuos, por un valor récord de 309 mil millones de dólares el año pasado.
Los diarios de negocios informan que la entrada de dinero en los fondos continúan, lo cual significa que el consumidor sigue invirtiendo. Si bien la situación puede cambiar, no es miedo lo que traslucen las últimas estadísticas de vivienda. Por el contrario, se advierte un aumento de las compras de viviendas, el salto mensual más grande de los últimos años.
Todo comprador sabe que la compra de una vivienda es generalmente el compromiso financiero más grande en la vida del consumidor, la clase de acción que nadie está dispuesto a realizar si ha perdido confianza en la economía.
No cabe duda que las desaceleraciones afectan a la fuerza laboral, como ya sucedió en la industria pesada y de alta tecnología. Pero esta última no ha sorprendido a nadie: estaba prevista.
Sin embargo, el índice de confianza del consumidor bajó al nivel de 1996, que en su momento se consideró muy alto, que no necesariamente significa recesión.
Tal vez sólo indica una posición económica defensiva, racional, una pausa inteligente para ver qué hará la Reserva Federal con las tasas de interés tras sus dos reducciones de enero, y determinar si la Casa Blanca y el Congreso se pondrán de acuerdo finalmente en una reducción de impuestos.


Diario La Capital todos los derechos reservados