Hace diez años nadie imaginaba que en Bonito, comarca brasileña del oeste del estado de Mato Grosso do Sul, la tradicional actividad ganadera sería desplazada por el buceo y que este deporte se convertiría en el principal recurso económico del lugar, cuyo nombre no es casual porque responde a la belleza de sus ríos purísimos.
Ríos de aguas que brotan de la tierra y traen tanto calcio que van calcificando todo lo que encuentran a su paso. Una curiosidad geológica que hizo de los ríos de Bonito acuarios naturales y densamente poblados por dorados y piraputangas.
Los primeros en descubrir este paraíso y quedar fascinados por el paisaje fueron los entusiastas del snorkel, a fines de la década del 80. Pedían permiso a los ganaderos y se zambullían para ver de cerca ese mundo tan maravilloso como extraño.
Dos cosas los impresionaron fuertemente: la mansedumbre de los peces y su tamaño, que en los dorados ronda los 8 kilos. Y también una exuberante flora acuática que hubiera conmovido, con sus colores, al mismísimo Monet.
Rápidamente los grupos de nadadores, llevando snorkel y máscaras de buceo, fueron muchos. "Comenzaron a golpear nuestra puerta todos los fines de semana y nos dimos cuenta de que si les prohibíamos pasar, iban a entrar a escondidas", afirman los estancieros.
Invasión organizada
También advirtieron que si no comenzaban a organizar el ingreso a los ríos de sus propiedades, se arriesgaban a perder los peces. Entonces decidieron que "sería mejor organizar la invasión", y en 1992 aunaron esfuerzos con los empresarios locales que ya estaban abriendo agencias de turismo para comercializar el producto. La transición económica hacia el ecoturismo había comenzado.
La calle principal de Bonito pasó de ser una calmada vía pública a una arteria comercial activa y bulliciosa, donde se instalaron muchas agencias de viajes que vendían desde safaris acuáticos hasta albergues en posadas. También se inauguraron restaurantes y casas de recuerdos.
Las primeras excursiones eran de un día y permitían -a grupos limitados- descender por los ríos acompañados por guías y en horarios establecidos. Estos paseos llegaban hasta las nacientes de los ríos, donde el agua subterránea aflora a través de la arena, y también hasta la famosa Gruta del Lago Azul.
Mientras tanto, los estancieros planificaban el nuevo negocio y así surgió el alquiler de snorkel, máscaras para buceo, trajes de neoprene y salvavidas. Una manera de proteger a los observadores de peces y a los propios ríos. Y decidieron prohibir el uso de protectores solares y de repelentes de insectos -para no contaminar las aguas-, a la vez que abrían instalaciones sanitarias para los visitantes y comenzaron a ofrecerles servicios opcionales de comidas.
Como consecuencia de las grandes inversiones realizadas, por ahora los estancieros se quedan con la mayor parte del negocio. Lo otro es para las agencias de viajes, los guías y los impuestos.
Algunas excursiones se operan sin variaciones, pero en otros casos el ingenio pone en el mercado local de viajes -que ya cuenta con 24 agencias y 30 programas- un producto nuevo, como el canotaje o el rappel al Abismo de las Animas, de 72 metros de profundidad.
La tentación de descender es muy fuerte porque en el fondo del abismo hay un lago subterráneo, bellísimo, del tamaño de una cancha de fútbol. Un lugar silencioso donde se bucea -con snorkel o tubos de oxígeno-, además de nadar en medio de una floresta espléndida.
Después, para los más intrépidos, el Abismo impone un desafío: subir tomado de una cuerda y con un pie enrollado a manera de estribo, que apoya y también impulsa.
En el 2000 visitaron Bonito cerca de 80 mil turistas, a pesar de que es un lugar caro comparado con otros destinos. Pero los precios altos, lejos de ahuyentar a los aventureros buceadores, trajeron a otros: los amantes de la naturaleza.
Un dato sorprendente es que -por ahora- sólo el 5 por ciento de los visitantes son extranjeros, algo que estiman cambiará con la promoción que están realizando en países de la región y en Europa.