Con anterioridad al siglo XVIII apenas existen referencias al carnaval en Tenerife y mucho menos, en Santa Cruz. Sólo se poseen algunas pertenencias de escritores y una serie de disposiciones oficiales, especialmente prohibiciones. En tiempos de los Reyes Católicos ya era costumbre disfrazarse en determinados días con el fin de gastar bromas en los lugares públicos.
Desde épocas remotas, el carnaval no era bien recibido por la autoridad, debido a que alteraba el orden. En 1523, Carlos I dictó una ley prohibiendo las máscaras y enmascarados. Y mientras Felipe II vedó el uso de máscaras, Felipe IV restauró el esplendor de ellas y la permisividad en su reinado llegó a extremos insospechados.
El martes de carnestolendas de 1638, el rey y toda la corte participaron en una boda fingida en la que el almirante de Castilla vestía de mujer, al igual que un grupo de nobles, además el conde duque de Olivares hizo de portero, el rey de ayuda de cámara y la reina de "obrero mayor".
La prohibición de los "huevos-tacos", en 1906, acabó con esta tradición, influyendo decididamente en la aparición de los populares "corsos de confites y serpentinas".
Disfraces y máscaras
En el transcurso del carnaval es característico que el hombre se disfrace de mujer o viceversa, hecho siempre condenado en el pasado por los eclesiásticos.
Los carnavales de 1927 se iniciaron con una disposición de la alcaldía por la que, de acuerdo con las ordenanzas municipales aprobadas en el año anterior, quedaba "absolutamente prohibido que los hombres se disfracen con trajes de mujer".
Para evitar problemas en el reconocimiento de las máscaras y facilitar la labor de los agentes municipales, hay quien propuso con ironía "nombrar una comisión de los más ecuánimes ediles para que se encargue de visitar todas las casas y comprobar con antelación el sexo de las máscaras, dando un salvoconducto o licencia o poniendo en parte visible del disfraz el número de matrícula de la verdadera mujer".
El papel de la máscara constituyó desde siempre el elemento más característico del carnaval. Su número se ha ido reduciendo paulatinamente y los intentos por recuperar este importante elemento del festejo en peligro de desaparición han sido numerosos. Así, varios años atrás, se declaró Día de la Máscara al lunes de carnaval.
En los carnavales de Santa Cruz tradicionalmente ha predominado la máscara sencilla: "la zarrapastrosa". A partir de la década del veinte comenzaron a multiplicarse los disfraces de calidad. Mención aparte merecen los trajes infantiles, los primeros de un cierto lujo que se vieron en el viejo carnaval de Santa Cruz.
Una de piratas
Existe una extensa lista de particularidades que cada región de España sabe rememorar durante este mes. Sin embargo, los que verdaderamente se llevan los laureles son los carnavales de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria.
La temática de este año es "Piratas y corsarios". Un referente muy real fue el pirata tinerfeño "Cabeza de perro", corsario nacido en Igueste de San Andrés, en 1800, cuyo nombre era Amaro Pargo, quien se erigió en protector de la llamada "monja incorrupta", que aún se conserva en el Monasterio de las Claras, en la ciudad de La Laguna, Tenerife.
Se cuenta que desde una casa que poseía en el barrio de Machado oteaba el horizonte con un catalejo en busca de barcos que surcaran las aguas a los que acudía presto para abordarlos. Cuando murió este pirata, su casa fue saqueada y destruida por vecinos creídos de que en su interior encontrarían grandes tesoros. Sólo quedaban algunos restos de sus muros.