El hombre se ha ahorcado con una soga y su mujer le recrimina: "¡Siempre el mismo! El presidente dijo que hay que tener alegría y buena onda y vos le respondés así". La situación se encuentra en un chiste de Freddy y tal vez define la particular visión del mundo y el modo de observarla de este humorista.
Los chistes de Freddy combinan algunos temas clásicos del humor -diálogos entre matrimonios, mujeres que dominan o engañan a sus esposos, chicos que hacen preguntas espinosas a sus abuelos- con episodios de actualidad -ha explotado a conciencia las denuncias por pago de coimas en el Senado o los padecimientos de los jubilados. Su registro particular es el del humor negro y dentro de este género, al parecer, las historias con ahorcados, "con las que podría hacer un libro", dice.
La observación ácida que supone todo cuadro de humor negro es además el punto de vista con que Freddy observa el mundo y las cosas, como muestra el chiste citado, o el caso del abuelo que le dice al nieto, en otro cuadrito, "estudiá con perseverancia, esfuerzo, dedicación y cuando seas grande podrá comprarte un pasaje para irte del país".
La elección del humor
Freddy nació en Rosario hace 38 años, con el nombre de Alfredo González. "Pero comencé a publicar en la revista Hortensia, que se hacía en Córdoba. Enseguida colaboré con otras revistas, después trabajé en Buenos Aires en la editorial de Oskar Blotta (director de la revista Satiricón) y hace dos años volví a la ciudad".
En ese tránsito, hubo algunas cambios en cuanto al rumbo del oficio. "En un principio hice historieta sería. Escribía y dibujaba en una editorial bastante trucha de Buenos Aires, pero enseguida hice humor. En el 81 ví una muestra de la revista Humor en el Bernardino Rivadavia y me pareció que a nivel de ilustración popular el humor tenía más posibilidades de comunicar cosas que la historieta".
El cambio de género tuvo otra razón de peso: "con el humor gráfico encontré trabajo enseguida, había y hay más campo de trabajo; la historieta, por lo menos en Argentina, está un poco muerta". A la vez, el dibujo adquirió entonces sus rasgos característicos: Freddy presenta por lo general una situación de diálogo, sobrecarga la expresión en algunos rasgos de sus personajes y en el fondo sugiere un escenario mínimo.
"El que me influyó fue Oski -dice-. Pero uno siempre incorpora cosas que ve, o experimenta. Ahora hago un juego de líneas un poco rústico, que no hacía antes, cuando trabajaba más con pincel y con una línea más limpia. De todas maneras me gusta hacer un dibujo rudimentario. En definitiva el dibujo humorístico es una abstracción casi absoluta, ni se parece a un ser humano; al contrario, a veces los personajes parecen más animales que seres humanos".
Actualmente Freddy colabora en los dos diarios que se editan en Rosario. "En uno trabajo con títulos de tapa o con situaciones de actualidad -explica-, en el otro la elección temática es más libre, lo que a veces me facilita la tarea". Entregar cada día dos chistes supone el riesgo cierto del desgaste, "aunque de todos modos hay mecanismos para forzar el chiste. Por ejemplo, ubicás una situación real, un diálogo de lo más común, y buscás una resolución por el absurdo".
Observaciones
Para Freddy "el humor es una expresión de la realidad" y seguramente por eso incluye a personajes que, si bien son de la vida cotidiana, no aparecen demasiado como objeto de reflexión. Es el caso sobre todo de los cirujas, que dialogan con frecuencia en sus cuadritos. "Esos chistes se me ocurren cuando voy por la calle. Tantos cirujas, tanta gente que vive de la basura, no deja de ser humor negro, una situación bastante patética. Creo que se puede hacer humor con cualquier cosa, aunque sé que hay cosas que a la gente no le caería bien".
A la vez, la atracción del humor negro se explica "porque no se ve habitualmente, sobre todo en los diarios. Los chistes de cirujas, o de jubilados, o de lo que pasa en el Pami, son de la realidad y entonces la gente se engancha". En el área de la actualidad se inscriben además los alternativas de la política y las peripecias del gobierno nacional, al que Freddy escarnece con dureza "no por una cuestión ideológica, sino porque se lo merece, por los padecimientos de la gente y porque yo también, como laburante, lo sufro".
Las observaciones de los chistes son a veces inesperadas. "Le ruego que no lo tome como algo personal -dice un ladrón, ataviado con el clásico antifaz, a su víctima-. Ya sé que lo estoy asaltando todos los días pero en este barrio usted es el único que tiene trabajo". Un chiste de este tipo aventaja en economía y contundencia a muchas notas periodísticas.
A veces el humor descansa en el contraste entre lo que dice el diálogo y lo que muestra el dibujo: el caso del policía que pregunta a un hombre que está en calzoncillos por qué dice que el barrio es inseguro. O en la exasperación de una frase estereotipada: el árbitro que explica que "el partido fue suspendido por falta de garantías" mientras tiene la cabeza en sus manos. El cuadrito también supone a veces una reflexión, como enseña una antigua tradición del humor: el chico (en el humor casi siempre los chicos son los que piensan) que dice no entender para qué se busca vida en otros planetas si están matando la que hay en éste.
El absurdo aplicado a la observación cotidiana surge en otras ocasiones de tomar las cosas al pie de la letra: en uno de los mejores chistes de Freddy se ve, así, a un mendigo que pide "algo para comer" mientras un hombre con aspecto de ejecutivo le arroja unos cubiertos. El humor es entonces tan absurdo que termina por mostrar la más cruda realidad.