Carina Frid (*)
La prensa local ha concedido en los últimos días un espacio relevante al debate generado por la puesta en práctica de la reforma a la llamada Ley de Extranjería sancionada por el estado español. Una dosis de perplejidad ha asomado en los medios locales en relación a la situación del abultado número de argentinos que, en busca de mejores horizontes donde concretar sus proyectos personales, han emprendido el camino de la emigración a España, o se encuentran en vías de concretarlo. Mientras que algunos titulares han alertado sobre aquellos connacionales residentes en España que no han alcanzado a regularizar sus permisos de residencia, se repiten las imágenes de filas de interesados en tramitar visados y pasaporte español que a diario visitan los consulados de España en Argentina. El egreso de argentinos al exterior no constituye un fenómeno novedoso ni es hasta el momento España el destino mayoritario de la corriente emigratoria nacional. Desde hace ya casi cuatro décadas, nuestro país observa la salida persistente de connacionales que emigran mayoritariamente a los Estados Unidos, Canadá y Australia y, dentro del marco europeo, fundamentalmente a Italia y España. Esta consistente corriente de emigrantes (cuyas estimaciones oficiosas la acercan al millón), presenta fuertes contrastes tanto con la historia demográfica argentina, en la cual la inmigración ultramarina del último siglo y medio fue la clave del crecimiento poblacional y económico del país, como con la dinámica demográfica de las últimas décadas, en las que el ingreso de inmigrantes provenientes de países limítrofes viene ocupando un espacio creciente dentro de los espacios menos favorecidos del mercado de trabajo local. Más allá de las políticas de aliento (o de desaliento) al ingreso de extranjeros en las economías europeas ó de América del Norte, la dinámica de las migraciones ha excedido con frecuencia en el pasado y en el presente las fronteras administrativas. El actual éxodo argentino a España no es una excepción, poniendo al descubierto en realidad la complejidad inherente a un fenómeno demográfico, económico y cultural cuyas raíces van más allá de las recurrentes crisis económicas ó del agotamiento de perspectivas de progreso que vienen soportando los sectores medios y medio bajos de la Argentina en el ocaso del siglo XX y comienzos del XXI. El intercambio demográfico entre España y las costas platenses cuenta con una larga tradición, una historia plurisecular que sobre todo desde fines del siglo XIX cobró una fuerte vitalidad, convirtiéndose la Argentina en el principal país de destino de la corriente emigratoria española en vísperas de la primera guerra mundial. Por entonces, el aluvión dejaba como saldo la presencia de un millón y medio de españoles en el país platense. El fenómeno se reactivó durante los años que siguieron a la finalización de la guerra civil en España, debilitándose ya en los primeros años de la década de 1970. De menor peso numérico que la anterior pero no menos significativa en cuanto a su aporte económico y social , la inmigración española de posguerra comprendió también a exiliados políticos e intelectuales cuyo impacto en la sociedad y en la cultura locales configura uno de los fenómenos más vitales de la Argentina de la segunda mitad del siglo XX. La población española que eligió a la Argentina como país de destino conformó uno de los núcleos más numerosos de los españoles en el exterior, constituyendo la mayor colectividad hispana de toda América del Sur. Desde fines del ochocientos y a lo largo del siglo XX, la colectividad hispana de la Argentina contó con una extensa red institucional (sociedades de ayuda mutua, asociaciones regionales, sociedades recreativas y culturales ), económica (bancos, empresas), periodística e intelectual (prensa periódica, revistas, editoriales), de incuestionable impacto en la construcción la sociedad argentina contemporánea. Los españoles que arribaron al país lo hicieron desde un arco regional plural: al concierto mayoritario de emigrantes procedentes de la cornisa cantábrica (entre los cuales Galicia ha liderado el mayor aporte numérico, seguida por Asturias y las provincias vascongadas), se ha sumado un contingente relevante de castellano-leoneses, catalanes y andaluces, configurando un universo diversificado y visible en la vida institucional y social de la Argentina. La emigración, ya fuese temporal o definitiva, no quebró el mantenimiento y la continuidad de los contactos personales con los espacios regionales y parroquiales, la activación de redes familiares o bien la participación en la política de los espacios locales de origen. Por medio de la correspondencia familiar, a través de la circulación de noticias que conectaban a los españoles de Buenos Aires y de Rosario a través del tejido periodístico extendido a uno y otro lado del Atlántico, o bien desde el teatro, la literatura y el cine, el mundo de la emigración española en Argentina retuvo una sustancial capacidad de reproducir los lazos culturales, comunitarios y parentales de origen. A la hora de mirar la actual corriente de argentinos que emigran a España (muchos de ellos descendientes de los ciento sesenta mil inmigrantes españoles que residen en el país y que arribaron en la última oleada inmigratoria española) podría sugerirse que cuentan con sustanciales ventajas comparativas en relación a otros contingentes de extranjeros. Esta nueva corriente emigratoria platense en la que conviven los habilitados por el jus sanguinis a contar con pasaporte español y no pocos argentinos que registran las más diversas ascendencias, cuentan con un perfil profesional marcado: en una elevada proporción se insertan al sector servicios mientras que otro conjunto significativo, a juzgar por las informaciones recientes, se dedican a las actividades autónomos como emprendedores de pequeña monta, para no citar al elevado número de profesionales que engrosa crecientemente las filas de la emigración argentina en España. La corriente argentina contaría en ese sentido con atributos bastante similares a los que caracterizaron la llamada old migration (término éste que alude a la inmigración nordeuropea a las posiciones calificadas de la industria del este de los Estados Unidos de mediados del siglo XIX), ocupando ahora posiciones de relativa cualificación dentro del sector servicios, el pequeño empresariado, el comercio y determinados segmentos de las profesiones (encabezadas por odontólogos y psicólogos) de la economía española. Aún si el panorama de la inmigración a España prevé un presente y un futuro menos generoso que en las décadas precedentes para los extranjeros, es difícil augurar que la corriente argentina se detenga aún después de revertirse el actual ciclo de la economía platense. Los argentinos que emprenden la vía de la emigración a España no sólo cuentan con perfiles profesionales particulares sino que también emigran con expectativas diferentes a las de otros grupos de latinoamericanos (como es el caso de los peruanos o los ecuatorianos). Si en estos últimos la expatriación configura un recurso vital para el sostenimiento de sus núcleos familiares de origen (tal como se desprende del lugar privilegiado que ocupan las remesas dentro del cuadro total de ingresos de la economía ecuatoriana), el caso argentino se enmarca mejor en la búsqueda de estabilidad y desarrollo de los recursos educativos y económicos con que cuentan buena parte de los sectores de clase media argentinos. El bagaje de quienes emprenden la vía emigratoria no sólo está formado, en definitiva, por documentos probatorios de identidad. Menos tangibles resultan otros aportes, tales como el capital relacional, simbólico y cultural que viajan en el interior del éxodo de los argentinos: un patrimonio largamente compartido entre parientes y amigos que ayudan a definir el cómo, el adónde y con quién iniciar la trayectoria inmigratoria en el nuevo ámbito de emigración, tal como desde hace generaciones se repite cadenciosamente, cualquiera sea el país de destino de los migrantes. (*) Directora del Area de Investigación y Documentación Histórica Parque de España/ Miembro de la carrera de Investigador Científico del Conicet
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