El mundo sombrío de una pensión de baja categoría y sus patéticos inquilinos es lo que describe la pieza "Camellos", del dramaturgo argentino Luis Sáez, que subirá por segundo año consecutivo al escenario del Teatro del Pueblo de la Capital Federal, siempre con la dirección de Julio Ordano.
El espectáculo, que se estrenará el sábado próximo, relata con humor y una dosis de optimismo la sombría convivencia de un boxeador en decadencia y un joven provinciano en una habitación de pensión cuya dueña es un travesti.
Julio Ordano comentó que lo que despertó su interés fue "el lenguaje casi aséptico, muy escueto que usa el autor, la fuerte característica de los personajes y el submundo de la pensión que debía trasmitir la puesta".
Los tres personajes que juegan en "Camellos" son definidos por Sáez con una oscura paleta. En la misma habitación, por razones de supervivencia económica, se ven obligados a convivir un boxeador deteriorado y un iluso provinciano que vino a Buenos Aires con expectativas de superar la mala situación económica que vivía en su pueblo.
A ellos se suma un entorno poco amigable en el que adquiere protagonismo la dueña de la pensión que, en realidad, es un travesti.
"En especial me atrapó -confesó Ordano- el mensaje que para mí tiene la obra. En un mundo donde nos impulsan a competir unos contra otros, creando facciones, fieles al principio de dividir para reinar, «Camellos» señala que si superamos esta instancia podemos llegar a conocernos y a ser solidarios para encontrar mejores soluciones ante nuestros problemas".
La diferencia con los animales
Para trasmitir esa visión, el director se apoyó en una frase del texto que dice: "Lo que nos diferencia de los animales es la piedad". "Al apiadarse del otro -lo que es un acto de amor. subrayó- después se recibe como respuesta alguna mano solidaria que nos retribuye el afecto".
En la puesta en escena de Ordano, a pesar del tono sombrío de las situaciones, aparece el humor. "Honestamente -confesó el director-, cuando ensayábamos no imaginábamos que iba a haber tantas zonas de humor. Pero en las funciones sentimos que el público se reía en lugares donde no lo esperábamos y así descubrimos que había una zona de ternura y humor que me parecían inesperadas, pero felices".
De todas maneras, en la propuesta de Ordano se dan ciertas actitudes que acentúan esos matices más livianos. El personaje del provinciano, por ejemplo, le tiene terror al boxeador y siempre resuelve las situaciones conflictivas a la manera de un perro.
"Cada vez que hay algún peligro porque el boxeador empieza a montar en cólera, él se va a la cucha (que es la cama) y se acuesta. A medida que este recurso se reitera en el transcurso de la acción, causa más gracia en el público", ejemplificó el puestista.
"En general -comentó- siempre hay algún costado de las obras que se puede vincular con el teatro del pasado. Discépolo decía que «el grotesco es reírse de las tragedias más grandes», porque cuando la intensidad dramática es demasiado fuerte provoca risa. Algo de eso tiene «Camellos» en los momentos de humor inesperado en el medio de situaciones densas".