A pesar de las protestas de organizaciones ecologistas, un grupo de trabajo de los 40 países de la Comisión Ballenera Internacional (IWC) inició ayer en Montecarlo una sesión de tres días para fijar las condiciones de la reanudación de la caza de la ballena tras 15 años de veda. Las organizaciones ecologistas Greenpeace y Pro Wildlife han protestado ya contra la inminente decisión, criticando especialmente a Japón y Noruega, en la actualidad los principales países balleneros. Sin embargo, nada parece que podrá detener al interés de comerciar la carne de los cetáceos. Entre otras condiciones para permitir la caza de la ballena estaría un nivel internacional de observación, un calendario de informe de ballenas alcanzadas y muertas, y un registro del perfil del ADN de todos cetáceos cazados. Pero Greenpeace y Pro Wildlife temen que los países cazadores de ballenas no respeten las normas. "Ahora mismo Japón y Noruega evaden las disposiciones actuales con todos los trucos imaginables", dijo Sandra Altherr, portavoz de Pro Wildlife. "Si se autoriza de nuevo la caza comercial de la ballena, otros países querrán participar también en el sangriento negocio", añadió. La reunión de Montecarlo, que se celebra en el Museo Oceanográfico del principado, deberá establecer un sistema de inspección para garantizar que no se excedan los límites de captura, según anticipó la comisión y la decisión final sobre la reanudación de la caza comercial del cetáceo deberá ser adoptada en la asamblea plenaria de la Comisión Ballenera Internacional, a celebrarse en Londres en julio próximo. La IWC, fundada en 1946, sancionó en 1982 una moratoria quinquenal de la caza de la ballena, que entró en vigor en 1986 y se viene prorrogando todos los años desde 1991. La moratoria permite, no obstante, la caza con "fines científicos", cosa que aprovechan los balleneros japoneses para aprovisionar de carne de ballena los restaurantes de lujo en Japón. Es que la carne de ballena es considerada un manjar por los nipones, quienes inclusive simulan el comercio con la justificación de que la caza se hace con fines científicos (ver aparte). Las protestas internacionales de gobiernos y entidades ecologistas no pudieron impedir que los barcos balleneros noruegos y japoneses reanudaran en 1993 la caza de ballenas enanas, tanto en el Pacífico como en el Atlántico.
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