Carlos Walter Barbarich
Hay una realidad que no escapa a la generalidad de los pueblos chicos: resulta muy difícil asumir el rol de opositor cuando las prácticas políticas están diseñadas para los que ganan, mientras los que pierden lejos de ser los que acompañan no asumen su papel de contralor de gestión. En los hechos cotidianos nadie prefiere estar en el farrogoso camino de la denuncia, aunque claro está que existen honrosa excepciones. En casos como el de Chovet hay un vacío que debería ser suplido inexorablemente en el corto plazo, ya que una comisión comunal sin minoría no estaría en condiciones de funcionar, para que se cumpla una regla de oro de la democracia que supimos conseguir. Esa situación genera un inevitable interrogante: qué pasa si como aventuró Calatraba ningún miembro de su lista acepta asumir su rol de minoría. Lo lógico debería ser que lo haga el segundo más votado del sublema que perdió ante la Alianza en las últimas elecciones, es decir Horacio Barbieri. Sin embargo, el escenario político de Chovet presenta otro caso de confrontación porque tanto Barbieri como el presidente comunal Aníbal Ianni tienen un pasado en común, pero con marcadas diferencias. Los dos vienen del Partido Justicialista y se fueron de ese partido a mediados de los años 90. Barbieri militó desde entonces en el Frente Grande, mientras que Ianni simpatizaba con el Modin de Aldo Rico, en las constituyentes de 1994. En la interna abierta del Frepaso, que enfrentó a Chacho Alvarez con José Octavio Bordón, Barbieri apoyó la lista de Alvarez mientras que Ianni hizo lo propio con Bordón. Luego de esas elecciones, y cuando estaba en juego la patria chica, Ianni se presentó a las elecciones de 1997 con el apoyo del PDP. Este hecho nunca fue convalidado por Barbieri, que a pesar del triunfo de Ianni se convirtió en un opositor a la gestión y retornó abiertamente al PJ en las elecciones de 1999 proponiéndose como candidato a presidente comunal y obteniendo escasos 110 votos contra los más de 500 de Ianni.
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