La proliferación de radares a la vera de las caminos que rodean a Rosario determinaron que sean varios los que echaron mano a la viveza criolla para eludir los controles. Así las cosas, tuvo buena recepción la venta de acrílicos para colocar delante de las patentes, lo que generaba que las lentes de los radares no captaran bien los números. Rápidamente, la ley se encargó de prohibir ese tipo de artículos. Pero el ingenio popular nunca descansa, y así aparecieron los compact disc colgados de los espejos retrovisores. Según aseguran algunos viajantes, el compact hace que el radar "se encandile" y la foto no salga. Pero esa versión no pudo ser comprobada. Por si faltaran artilugios para burlar los controles, no faltó quien pintó su patente con barro y así escondió los números. Es que la viveza criolla nunca descansa, como los radares, que están alerta las 24 horas.
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