Año CXXXIV
 Nº 49.018
Rosario,
domingo  04 de
febrero de 2001
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Las comunas aledañas envían todos los meses una lluvia de multas a la ciudad
Rosario está rodeada de radares que parecen verdaderos "cazabobos"
Algunos aparatos están ubicados correctamente pero otros dejan al desnudo un mero afán recaudador

Diego Veiga

Más de una decena de localidades que rodean a Rosario instalaron en los últimos dos años radares que detectan los excesos de velocidad. Es tal el cerco, que basta con que un rosarino desprevenido abandone la ciudad por alguna de las rutas para que caiga en las redes de un celoso sensor. Hoy, más de 14 mil automovilistas de esta ciudad han iniciado demandas contra las comunas y municipios que colocaron radares a la vera del camino por considerar que se cometieron abusos en la confección de las multas. Los pueblos aledaños encontraron con estos radares una nueva caja de ingresos, algo que admiten los propios presidentes comunales, pero a la vez destacan que la instalación de los mismos provocó el descenso en el número de accidentes.
Son infinitas las protestas por presuntas infracciones por exceso de velocidad, que muchas veces no resultan claras y son muy costosas. En algunos casos hay carteles indicadores de velocidades máximas que no responden a ninguna lógica en materia de tránsito. Uno de los casos más grotescos se da en Pujato (ruta 33): en zona rural la máxima permitida es 110, pero de repente aparece -varios kilómetros antes de ingresar al pueblo- un cartel de máxima 80 y a menos de diez metros se le sucede otro con una velocidad permitida de 60 kilómetros por hora. Por una cuestión de física pura (de inercia) es imposible reducir la velocidad del auto en tan pocos metros. Como consecuencia, casi todos los autos son capturados allí por los radares fotográficos con su número de patente y la velocidad. Plin, caja.
¿Prevalece un fin recaudatorio más que de prevención detrás de la instalación de radares? Si bien en algunas comunas están colocados a la vera de la ruta y visiblemente señalizados, en otras las situaciones son de lo más disímiles.

Los "bloopers" en Pujato
La Capital recorrió dos de las rutas que rodean a Rosario donde más radares se han instalado -la 33 y la 9-, y pudo comprobar distintas metodologías para interceptar el paso de los posibles infractores.
El periplo por la 33 comenzó en Zavalla, donde unos dos kilómetros antes de ingresar al pueblo los carteles ya indican la presencia del radar que se alza en el centro del casco urbano colgado de una columna de alumbrado público. Pero los bloopers empiezan en Pujato, uno de los pueblos que junto a Sanford encabezan el ránking de los más recaudadores.
Aparentemente, a las autoridades de esa comuna no les debe agradar que quien venga hacia la ciudad de Rosario y atraviese el pueblo observe una planta cerealera que hay a la vera del camino. Si no, no hubiesen colocado los carteles de velocidades máximas tan disímiles y tan próximas entre sí. El primero indica una máxima de 60 kilómetros, 10 metros más adelante se indica 80 -coincide con el paso por la cerealera- y vuelve a indicar 60 justo antes del radar. Conclusión: la gran mayoría de los vehículos no alcanza a frenar y la multa es inevitable.
Siguiendo por esa ruta se accede a Sanford y Chabás, donde se instalaron radares al ingreso y salida de los pueblos y cámaras en los semáforos.

El "tiburoncito" de Correa
Pero ya sobre la ruta 9, el verdadero radar cazabobos está instalado en Correa. Si alguien viaja desde Rosario a Córdoba jamás se percatará de que en esa localidad hay un radar. No sólo no hay carteles que identifiquen su presencia (condición obligatoria porque su objetivo principal es que el automovilista reduzca la velocidad), sino que además el inspector optó por ubicarse a la vera del camino, debajo de una sombrilla amarilla con la inscripción "tiburoncito" y camuflado detrás de una chapa. Así lo sorprendió este diario y el joven ni siquiera se inmutó. Obviamente, en ningún lado lucía un distintivo que lo identificara como inspector.
Unos kilómetros antes, en San Jerónimo Sud, la historia se repitió. No hay carteles y el radar está solito debajo de un frondoso árbol, facturando a mansalva. Reconocerlo no es tarea fácil y, si se pasa de noche, se vuelve todavía peor, ya que el caño sobre el que está instalado es azul oscuro.
La polémica en torno a los abusos o no de los radares es un tema que parece de nunca acabar. Es más, va in crescendo, como la ira de los automovilistas rosarinos, quienes reciben las multas sin descanso.
Desde la Dirección de Comercio Interior de la provincia (organismo que controla las autorizaciones de los radares) se admiten como autorizados los sensores de Funes, Roldán, Carcarañá, Timbúes, Ricardone, Pujato, Sanford y Tortugas, pero subrayan que "hay más y están en trámites de habilitación".
Mientras tanto, los presidentes comunales se encuentran exultantes con los resultados. "Estamos labrando entre 150 y 200 multas por día. Pero al principio hacíamos 400", manifestó a este diario el presidente de la comuna de Sanford, Jorge Zaminovic, al tiempo que puntualizó que "desde la utilización del radar, no se han registrado más accidentes".
Zaminovic también indicó que "cuando se instalaron hubo multas para la gente del pueblo, pero ahora ya conocen donde están, así que los infractores son casi todos de afuera".
Otro que está contento es el presidente comunal de Chabás, Osvaldo Salomón. Es que en su pueblo los accidentes también "disminuyeron notablemente" y las multas le aportan a sus arcas "unos 60 mil pesos" anuales.
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Un control privatizado
Sanford, Chabás, Pujato, Ricardone, Hughes y Firmat tienen un convenio firmado con la empresa Buenos Aires Vial SRL, que se encarga del mantenimiento de los radares además de brindar el servicio.
Así las cosas, del total que paga el infractor, el 50 por ciento más los gastos administrativos quedan para la empresa y el resto para la comuna.
"Las multas son generalmente de 70,50 pesos, 40,50 es la multa en sí, y 30 pesos son los gastos administrativos", explicó Salomón, y agregó: "De los 40,50 pesos; 20,25 son para la comuna y 20,25 para la empresa".
El funcionario también reconoció que "hay descuentos importantes" por rápida presentación, pero que también son rápidos los aumentos. "Si a la segunda citación el infractor no se presenta o no abona en nuestras sucursales del Banco Nación, entonces la multa asciende a 111 pesos". El monto seguirá subiendo sin parar si el automovilista no paga y la cuestión llega a juicio. Un hecho muy común, si se tiene en cuenta que desde la Asociación Civil Poder de la Gente (una entidad que defiende a los usuarios de rutas) ya se vehiculizan más 14 mil demandas de rosarinos que se sienten estafados.

"Ls radares son ilegales"
"Todos los días nos llegan casos de gente que multan por pasar a 64 o 70 kilómetros", aseguró Pablo Sapir, uno de los abogados de la entidad, quien no se cansó de subrayar que "todos los radares son ilegales"”.
"En todas las localidades el inspector debe labrar el acta inmediatamente que se detecta la infracción y entregar una copia al automovilista. Eso no se hace", remarcó.
Desde la Oficina Municipal de Defensa del Consumidor, en tanto, su titular, Carlos Comi, aseguró que los reclamos de los rosarinos "son masivos. Como mínimo, en mi oficina atiendo una queja diaria", indicó el funcionario, al tiempo que aclaró que "todas son derivadas a la Dirección de Comercio Interior provincial". No obstante, y si bien desde ese organismo también coincidieron en el hecho de la masividad de las quejas, no pudieron precisar cantidades exactas.
Más allá de todo, la pregunta sigue dando vueltas. ¿Los radares tienen un fin preventivo o recaudatorio? Muchos están escondidos y, paradójicamente, son los que más facturan. Salir de Rosario y no caer en sus redes es casi un imposible.



El radar de Correa acecha disfrazado de "Tiburoncito".
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