El Foro Económico Mundial 2001 de Davos finalizó ayer después de seis días de debate, dejando grandes preguntas sobre el futuro de la economía global pendientes de una respuesta.
La incertidumbre reina todavía en ambas partes del slogan de este año: "Sosteniendo el crecimiento y uniendo las divisiones". Los expertos no encontraron un diagnóstico común para el futuro de la economía mundial a la sombra de la desaceleración -o recesión, según quién opine- de Estados Unidos.
Aún menos consenso hubo en torno a la manera de superar la abrumadoras desigualdades del planeta en la era de la globalización.
Aterrizaje suave
Los economistas dieron opiniones marcadamente diferentes sobre el posible "aterrizaje suave" de la coyuntura estadounidense, sobre los comentarios optimistas del primer ministro japonés, Yoshiro Mori, que aseguró que su país está saliendo definitivamente de la recesión, y sobre las verdaderas fortalezas y debilidades de Europa para transformarse en motor de la economía mundial.
Las divisiones entre los fervientes defensores de la globalización económica y las organizaciones no gubernamentales fueron acentuadas con el pesimismo de las ONGs sobre la disposición del sector privado a abordar las causas y soluciones a las desigualdades.
El secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, hizo un claro llamado a la empresa privada para que se involucre en estos temas, advirtiendo que la resistencia a la globalización se funda en el creciente abismo entre los ricos y los pobres de la Tierra.
El cónclave de este año fue otra vez catalizador de la violencia: manifestantes antiglobalización causaron disturbios en Zurich después de que la policía les impidiera trasladarse hasta Davos.
Una de las mesas finales del Foro se tituló: "Religiones del mundo: ¿Dónde están los pacificadores?", y contó con la presencia del reverendo estadounidense y activista de los derechos civiles Jesse Jackson, el gran rabino israelí Meri Lau, el arzobispo sudafricano Njongonkulu, el sri indio Ravi Shankar, el líder budista vietnamita Thich Nhat, y el jeque egipcio Zafzaf.
Douglas Sutton