El seven se vive de una manera muy especial. Es una modalidad reducida del rugby que permite ser disfrutada por sus adeptos por sus reconocidos ribetes estéticos. Grandes espacios, técnica depurada en el manejo de la pelota y mucha velocidad para aprovechar el tamaño de la cancha son las características principales de este atractivo juego de siete hombres.
Y además, esta actividad generalmente es rodeada por un ambiente colorido, repleto de glamour, donde se mezclan, sin distinción de orígenes, jugadores, dirigentes, pulposas promotoras, modelos conocidas, managers, empresarios y una gran cantidad de famosos que se acercan con la poco disimulada intención de ver y hacerse ver.
Estas características se acentúan notablemente cuando se trata de un Mundial. Y Mar del Plata cumplió con las expectativas, ya que contó con el apoyo popular que sin ser avasallante se hizo sentir (sobre todo en la última jornada, en la que se llegaron aproximadamente 35.000 personas al estadio José María Minella).
En lo deportivo hubo mucho para resaltar, más allá de la correcta organización. Los equipos del Pacífico Sur vinieron a buscar a Mar del Plata un título que les hacía falta para completar sus nutridas vitrinas y eso quedó demostrado desde el comienzo de la competencia. El mayor fracaso fue Francia, que decepcionó y se perdió en la lucha de la Copa de Bronce. Al igual que la mayoría de los europeos que no trajeron lo mejor que tienen porque está por comenzar la Copa de las 6 Naciones.
Los equipos que adoptó la hinchada con su calor fueron España, Rusia, Georgia e Islas Cook. Otro conjunto que sorprendió por su desempeño fue Canadá, que llegó a darle dura lucha a Fiji en los cuartos de la Copa de Oro.
Con respecto a lo individual, casi todos los periodistas que cubrieron el torneo adoptaron la figura del australiano Brendan Williams como el mejor jugador del Mundial. También fueron señalados como destacados el sudafricano Breyton Paulse, el neocelandés Roger Randle, los fijianos Bruce Rauque y Rupeni Caucau, al igual que los argentinos Ignacio Corleto y Felipe Contepomi.
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