Gustavo Conti
Agresividad. Esa es la palabra en la que hizo hincapié Federico Arias (ver aparte), la que seguramente les estuvo machacando Bauza a sus jugadores en estos días de convivencia en La Cumbre y antes de enfrentar a Nacional. Una agresividad que no tiene que ver con revolear patadas ni insultar a los árbitros, sino que apunta a la personalidad que debe asumir un equipo con varios jugadores jóvenes para afrontar con expectativas la Copa Libertadores, sobre todo, y el torneo Clausura.
Aunque el Patón haya dicho que le importa este año más el torneo local, sabe más que nadie que la seducción de la Copa es irresistible, y seguramente hacia adentro es el mensaje que transmite. Y no es casualidad que haya remarcado justamente esa palabra en la preparación para la inminente competencia.
Es que el técnico hace cuentas y sabe que para esta instancia copera no tendrá un Pizzi que se cargue el equipo al hombro y que, al menos en los primeros partidos, no podrá contar a full con la potencialidad física de sus ases de espada: Ricardo Canals y Maximiliano Cuberas. El uruguayo aún no sabe si estará en Barranquilla y Maxi necesita algunos partidos para volver al nivel que tuvo antes de la lesión.
Pero además, ya el Patón no debe apuntalar su discurso en la inmadurez de algunos jugadores, porque sabe que deben empezar a explotar, como lo hizo Maceratesi en su momento, cuando a fuerza de perseverancia y mucha autoestima trocó los silbidos de sus comienzos por los aplausos del presente. El ejemplo del Rafa es sin dudas el mejor de lo que espera Bauza para muchos de sus dirigidos en este momento.
Cuando Arias habla de agresividad, transmite indefectiblemente la arenga del Patón sobre que hay que ponerse los pantalones largos. Que es la hora de que los chicos se transformen en hombres dentro de la cancha, como lo exige la instancia copera. Y que el roce que muchos tuvieron en primera debe madurarlos para hacer del todo y de cada uno un futuro importante, promisorio.
Los Arias, los Pierucci, los Erroz, los Loeschbor, los David Pérez, los Arriola, los De Bruno y otros más tienen la oportunidad de meterle al Patón la sana presión sobre la conveniencia de incluirlos. Ya cuentan con base, ya están para sumar al conjunto esa agresividad bien entendida que les pide el técnico.
Bauza sabe que la Libertadores no se juega todos los días. Sabe que, pese a los problemas económicos crónicos del club, la chance deportiva les abre puertas. Y que no hay por qué dejarla pasar. Para eso necesita la máxima entrega de todos, subordinada a una gran personalidad colectiva. En Uruguay, los jugadores quizás empezaron a entenderlo.
| |