Sergio Roulier
El barrio Plata empezó a ser reconocido por el resto de la ciudad recién sobre el final del siglo. Siempre estuvo escondido detrás de la vieja fábrica militar -hoy convertida en la nueva Jefatura de policía- y de la avenida Ovidio Lagos que, a la altura del 5000, se fue transformando en el centro comercial de la zona sudoeste. Sus nuevos habitantes le cambiaron el perfil al barrio, se trata de la gente que vino de la cortada Mangrullo y ocupó las viviendas sociales que se levantan al fondo de avenida del Rosario. Hoy, mientras los carros de cirujas y vendedores ambulantes transitan sus calzadas, el desarrollo urbano lo cruza al medio con la apertura de nuevas calles y la ampliación de bulevar Avellaneda. También contará con un centro de distrito municipal, pero todavía faltan unos años. El vecindario lleva el nombre de la antigua denominación de la hoy avenida Ovidio Lagos, cuando en la zona se levantaban muy pocas viviendas y los terrenos eran pequeñas explotaciones agrícolas. Las casas fueron ocupando espacios hacia las vías y el barrio se consolidó con la llegada de obreros y quinteros. El gran cambio llegó en el 98 cuando los habitantes de la zona portuaria, y de otros asentamientos irregulares, se mudaron a las 308 viviendas nuevas, sector llamado Nuestra Señora del Rosario. Las casas están pintadas de diferentes colores fuertes, son módulos habitacionales pequeños y sus calles no tienen pavimento. Entre ellas, se pueden ver desde un negocio, un carro y hasta caballos en la puerta. Allí viven cirujas y pescadores, más los habitantes de la villa La Cariñosa, ubicada al lado de las vías. Hay diferencias sociales y en los hábitos de vida de los habitantes del barrio hasta calle Constitución con los del Nuestra Señora del Rosario y la villa. Al principio, la convivencia fue difícil, pero con el tiempo unos y otros se aceptaron. Las demandas en materia de servicios y asistencia se multiplicaron. Las consultas en el dispensario de la vecinal crecieron un 97 por ciento con la llegada de los nuevos habitantes y necesitan de otro médico clínico, según su presidente, José Romano. Y también faltaron escuelas. El anexo de una funcionaba en ocho casas del barrio Nuestra Señora del Rosario hasta que se creó un establecimiento nuevo, el 1.367. La vida en la zona es "tranquila y bien de barrio": mujeres en la veredas, niños que juegan en la calle y en las canchitas de fútbol, y jóvenes que pasan su tiempo libre en grupos que copan esquinas y salas de videojuegos. Las paredes muestran las rivalidades futboleras y la identificación de las bandas. Marcos es un veinteañero, nacido en Plata, que no quiere mudarse por nada del mundo, admira la tranquilidad del lugar y dice que muy poco cambiará en el futuro. Marta, madre de una hija, vive en las nuevas casitas y ya se siente una habitante más, sin que medien diferencias. El mayor movimiento en la zona está por Lagos, donde se levantan negocios y oficinas de servicios. La nueva Jefatura le imprimió otro ritmo a sus alrededores. Detrás están los dos clubes del barrio y un inmenso bosque con varias hectáreas cubiertas de pastizales y basura. Dicen que la seguridad mejoró y creen que aumentará, ya que está en trámite el expediente para partir la jurisdicción de la comisaría 18ª y abrir una nueva seccional policial. Barrio Plata tendrá una nueva conexión con el centro cuando este año se concrete la apertura de Francia y de Crespo y caiga el paredón de la ex fábrica militar. En marzo se concluirá la extensión de Avellaneda y para el futuro se prevé construir la sede del distrito Sudoeste. Se vienen cambios que no modificarán la situación social del barrio, pero que alterarán el ritmo de vida de sus habitantes. Aunque todavía no lo vean, o no lo quieran ver.
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