Valle Grande, en el sur mendocino, es el santuario de los deportes de aventura. El lugar ideal para bajar una pared rocosa y vertical, sintiendo la adrenalina a mil, y para atreverse a una escalada. También es el sitio apropiado para ponerse un casco y subirse a un deslizador -"sit on top"-, pequeños kayak de plástico rígido donde el deportista va sentado sobre la cubierta a merced de los vaivenes del río Atuel.
Sueño cumplido
Cuando Esteban Sibilla llegó a Valle Grande supo que desde ese momento viviría entre las costas marinas de Valeria del Mar y ese desconocido río de montaña, el Atuel, que lo había atrapado con su belleza.
Esteban se paró en la orilla del río de aguas verdes y cerró los ojos. Imaginó un complejo sólido, con muchas piedras de las canteras cercanas y techos altos de eucaliptus. Y pensó en las vueltas de la vida, que finalmente le cumplía un sueño demorado: allí cocinaría.
Al poco tiempo, los lugareños de Valle Grande asistieron, asombrados, al desembarco de Esteban en el valle profundo y cercano a San Rafael. Lo vieron instalar una carpa y mostrarle el lugar a Nelly, su mujer. El paisaje encerrado entre montañas también conquistó a sus cuatro hijos.
Hace más o menos un año y medio, después de una maratónica obra de seis meses, el Nitra II dejó de ser un sueño. Por cábala, y también por cierta nostalgia, le puso Nitra como a su antecesor de Valeria, por la aldea checoslovaca que aún no conoce pero donde sabe que están sus raíces.
Vaya a saber por qué, el lugar junto al Atuel convocó a los andaluces, gente muy dada a reunirse en lo que llaman "juntas", quienes adoptaron para esos encuentros el parque fluvial del complejo. Después recalaron allí chinos y japoneses, y todos los que vienen al valle a disfrutar del rafting y las flotadas.
Mientras tanto, Esteban colgaba junto al bar el escudo de la ciudad de Nitra. Cuando todo se encaminó, el cocinero se vistió como tal y comenzó a experimentar los platos de la cocina regional, en base a mucho chivo.
De sus años de hombre más joven, una etapa en la que fue verdulero y carnicero, le había quedado cierto olfato para las buenas compras y las mejores mezclas. En suma, para ir saltando de un sabor al otro como si tal cosa.
En poco tiempo su fama de cocinero creció tanto que la gente lo aplaudía y preguntaba quién era el dueño del lugar. En ese momento, y fiel a su filosofía de sólo ser el cocinero, Esteban acuñó esta frase: "El dueño está de viaje".
Más que un deporte
El complejo de Esteban, que también tiene una enorme piscina junto al Atuel, está a cinco kilómetros de la Gruta de la Virgen del Valle Grande, y muy cerca de donde se practica el "barranquismo", descenso por la montaña debajo de una cascada.
La gente de la Federación Aragonesa de Montañismo dice que el "barranquismo" es mucho más que un deporte porque implica mucho ejercicio físico, conocimiento de técnicas, capacidad de trabajar en equipo y mucha comprensión de la geología y la biología.
El Nitra II está en el kilómetro 25 de la Ruta 173, que conecta con San Rafael. La tarifa de la habitación doble con desayuno oscila entre 48 y 70 pesos diarios. Para más información comunicarse con el teléfono 02627 15671146.
Travesía en 4x4
Las excursiones en cuatro por cuatro permiten apreciar en toda su dimensión la magnificencia del Cañón del Atuel. La formación semeja una réplica en miniatura del Gran Cañón del Colorado, en EEUU. De tonalidades rojizas y cornisas abruptas que descienden hasta el río con formas caprichosas, el cañón conforma un paisaje que no tiene nada que envidiarle a la mejor postal.
La travesía se puede extender hasta las Dunas del Nihuil, donde los médanos se roban la escena haciendo sentir a los visitantes que están atravesando el desierto del Sahara.
No hay dudas de que el deporte oficial del lugar es el rafting, que debido a la transparencia de las aguas del río Atuel y la belleza del paisaje circundante atrae a especialistas y curiosos del país y el exterior.
La experiencia de descender por el río al ritmo de la velocidad de las aguas es incomparable. El gomón lucha con los rápidos para no desestabilizarse, mientras los tripulantes reman respetando las instrucciones del guía que conoce cada remolino del caprichoso Atuel.