El 15 de enero último tomó el Ovacion del bar Marbella, como todos los días y allí enseguida se le volvió a prender el fuego aventurero. Planeaba homenajear a Maximiliano Cuberas entregándole una plaqueta que ya había confeccionado junto a sus eternos amigos de mesa en una de las prácticas auriazules, ni bien el plantel regresara de la pretemporada en La Cumbre. Pero cuando vio la noticia de que Central jugaría en Maldonado ante Nacional, no dudó en cargar la bicicleta como tantas otras veces con los elementos indispensables y emprender el viaje para encontrarse con el jugador canalla en tierras orientales. Y ayer, Raúl Curcio, con sus jóvenes 72 años a cuestas, cumplió su cometido. No es la primera aventura ciclística de este rosarino fanático de Central, al punto de decir que: "No es que sea orgulloso ni vanidoso, pero estoy seguro de que un hincha de Newell's jamás haría lo que yo hice", le comentó a este diario en la puerta del lujoso hotel San Rafael, del barrio homónimo, en la exclusiva Punta del Este. Curcio asumió los riesgos y el 21 de enero cruzó el Paraná rumbo a Victoria en una barca y desde allí inició la aventura que lo depositó en esta ciudad ayer, justo para dejar su vieja bicicleta de carrera, cargada con todos los bártulos, en la puerta del hotel, en el momento en que Maxi bajaba al hall luego de dormir la siesta. La plaqueta reza lo siguiente: "Maxi: en tu reencuentro con la familia canalla con la que siempre representaste el fútbol bien jugado, nosotros, los fanáticos centralistas del bar Marbella te deseamos la mejor de las suertes y que este año 2001 te brinde el éxito que te merecés. Raúl, Carlos, Roberto, Orlando, Aldo, Peti, Eduardo, Oscar, Aldana, José, Roberto, Germán, Coni, Rubén. Enero del 2001". Y Maxi la recibió con humildad y reconocimiento, mientras escuchaba una especie de breve discurso emocionado de Curcio, quien revalidaba la calidad humana y profesional del jugador de Central. Tras seis días de viaje, más de 600 kilómetros recorridos y noches durmiendo a la intemperie o en las comisarías de los pueblos de paso, el pedalista rosarino sumó una nueva muestra de tremenda voluntad y determinación cuando el corazón empuja, como antes ya lo había hecho en los Mundiales de México 86 y Francia 98, aunque esta vez movido por el sentimiento hacia la selección de todos.
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