Tierra de nadie. Montañas de bolsas y envases de plásticos, perros muertos, chatarra, escombros, tetrabriks, gomas y cubiertas viejas, pañales usados, entre otros desperdicios, habitan a lo largo de las ex vías del Ferrocarril Belgrano. El servicio de trenes está concesionado en algunos tramos a la empresa Nuevo Central Argentino y en otros a Ferrocarril Belgrano SA. La Capital realizó una recorrida por las vías que corren paralelas a la avenida 27 de Febrero, desde la autopista a Buenos Aires (en las cercanías del puerto) hasta Cafferata, y pudo observar que la larga franja de tierra es uno de los basurales a cielo abierto más grandes de Rosario. Según el testimonio de muchos habitantes de la zona, las vías se convirtieron en el sitio donde los cirujas arrojan los desperdicios no aprovechables y nadie se ocupa luego de recolectar lo que se deja abandonado.
Los rieles, que atraviesan gran parte de la zona sur, y sus terrenos aledaños acumulan los desechos y constituyen un verdadero martirio para miles de vecinos que deben convivir además con olores nauseabundos, yuyales y hasta ratas. El verano aporta lo suyo para que el panorama tenga ribetes repulsivos.
"Pasa un camión cada 30 días y levanta toneladas de basura, el problema son los cirujas y los carritos que tiran lo que no les sirve. Casi siempre son cosas que se pudren", afirmó Cayetano Chiarito, quien tiene un comercio en las inmediaciones de España, entre Gálvez y Virasoro.
Más aún, Chiarito añadió: "Estamos a pocos metros del Hospital de Niños (Víctor J. Vilela) y esto es una gran foco de contaminación. Ahora está mejor porque entre todos tratamos de limpiar el lugar".
El vecino mostró parte de los terrenos que fueron cercados con alambres tejidos en función de evitar que allí también se arrojen residuos. Muchos como Chiarito han trabajado sobre las franjas de tierra para intentar que las parcelas no se conviertan en grandes tachos de desperdicios o también en tierras ocupadas.
El relato de Héctor Mascali, titular de una pinturería ubicada sobre Corrientes a metros del cruce del ferrocarril, narra la pelea de los linderos para evitar que un terreno fuera ocupado por vagabundos.
"Presenté una carta al ferrocarril y también le pedí a la policía que sacara a tres personas que se estaban instalando", comentó. Luego cercó el lugar con alambre tejido, blanqueó las paredes y cortó los yuyales, de ese modo el lugar hoy está limpio.
Sin embargo, por fuera del perímetro alambrado la basura está esparcida y en los lotes contiguos se levantaba ayer una montaña de desperdicios plásticos recién volcados.
Según Mascali, si hubiera vigilancia en el lugar se evitaría que los cirujas utilicen esos terrenos para hacer la clasificación de lo juntado durante el día y que luego desechan por la noche.
"Es una verdadera vergüenza, nunca vienen a limpiar nada", se quejó con rigor María del Carmen, junto a varias vecinas que asentían y abundaban en ejemplos de la desidia que reina en el lugar.
Si bien los cirujas fueron el blanco contra el que apuntaron los linderos de la zona, también señalaron que más de un vecino aprovecha el lugar para tirar aquello que la empresa recolectora no levanta como escombros, un colchón viejo o una puerta en desuso, acaso con la esperanza de que los propios basureros informales lo retiren.
"Queman gomas y el olor nos mata"
Para Luis, que trabaja en avenida San Martín en un comercio pegado al cruce de las vías, la situación "es terrible". El también se preocupa por tratar de mantener un mínimo de limpieza alrededor del lugar donde desarrolla sus tareas.
"Vienen los carros, tiran de todo. A veces también queman gomas o cables y la humareda y el olor nos mata a todos", comentó, al tiempo que afirmó: "Si cualquiera de nosotros hiciera eso, seguro que nos pondrían una multa, pero acá lamentablemente no pasa nada".
Uno de los ejemplos más emblemáticos es la placita ubicada en avenida 27 de Febrero y Maipú. A la estructura de hormigón que corresponde a la construcción del espacio público le continúan los terrenos abiertos y de tránsito del ferrocarril a la Estación Central Córdoba. Allí no sólo se depositan desechos sino que el sitio es ocupado frecuentemente por vagabundos que se instalan por varios días.
"Se ponen borrachos, gritan a los chicos, hacen fuego para cocinar y encima hacen todas sus necesidades. Es una mugre total", confió Stella, que tiene dos hijos y vive en el barrio desde hace nueve años. "Estoy harta de convivir con la basura", se lamentó.