Porque tiene un emblema polémico. Julio Mahárbiz, el histórico animador que desde 1962 anuncia con su "Aaaaquiiii, Cosssquín" el inicio de cada noche festivalera, todos los años es el centro de rumores que lo indican como el orquestador de la fiesta entre bambalinas. El animador, sin embargo, sobrevivió a todas las críticas y, en el único año en el que no estuvo, muchos elevaron su voz para reclamar el regreso de quien, aún discutido, es quien mejor sabe conducir el festival. Este año asumió la doble función de organizador -junto a Palito Ortega- y de presentador el encuentro. Porque es el mayor festival de América. Después de 41 años de vigencia el mayor festival de folclore de América cuenta con una historia que comenzó a escribirse cuando un grupo de entusiastas vecinos cortó la ruta con un escenario y desvió el tránsito del Valle de Punilla para convocar el canto de los folcloristas de todo el país. Aquella aventura de 1960 hoy es una grandiosa realidad que va camino de cumplir el medio siglo de vida. Porque no se quedó en el tiempo. Más allá de las polémicas que envuelven cada edición de la fiesta del folclore, el Festival de Cosquín mantiene su vigencia porque supo adaptarse al paso del tiempo. Si bien cada cambio genera una polémica, lo cierto es que el encuentro mantuvo intacta su personalidad a pesar de incluir espectáculos extranjeros en algunas de sus ediciones y figuras que pertenecen a géneros distintos del folclore. Porque es la obra de un pueblo. Cosquín, como suele decirse, mantiene el letargo de un año para vivir por una semana. Toda la población defiende su mayor fiesta porque ese acontecimiento es el nexo que mantienen con el pasado y con el futuro: todo sucede "antes o después del festival". Tras una historia negra que lo convirtió en un "pueblo para enfermos", Cosquín revirtió esa imagen y se forjó una historia como la cuna de la mayor celebración musical criolla. Porque es el guardián de las tradiciones. Aunque pasaron distintas administraciones municipales y otras particulares que organizaron distintas ediciones del festival, el escenario mayor siempre ofrece propuestas de viejos y nuevos artistas que se aferran a la música tradicional argentina y la mantienen viva y lozana. Porque es una feria de vanidades. Muchos de los artistas que van a Cosquín jamás llegarán al escenario de la plaza Próspero Molina, sin embargo concurren a la ciudad serrana para ser parte de esa convocatoria donde la música suena día y noche, y la danza se explaya tanto en la costa de río como en las propias calles. Aunque casi todo se compra y se vende, aún persiste el espíritu amateur de quienes sólo llegan a la meca del folclore para respirar nueve lunas de música nativa. Porque se alimenta del Pre Cosquín. Si bien es cierto que algunos críticos dicen que el festival clasificatorio es hoy lo que el festival mayor era antes, también es verdad que la fiesta ha sabido mantener el espíritu competitivo de los artistas. Una semana antes del festival grande los aspirantes a la celebridad desfilan por el escenario Atahualpa Yupanqui para mostrar lo suyo y aspirar a ser parte de la programación principal. El premio mayor de este certamen es llegar y nadie se lleva más que la gloria y promesas para el futuro.
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