U. G. Mauro
Cosquín (enviado especial).- La primera noche de este Cosquín 2001 puede parangonarse con el debut de un equipo de fútbol en el que hay unos cuantos jugadores -no todos- que se desempeñan regular, bien o muy bien, pero que no llegan a constituir, precisamente, un equipo. Varios abanderados de distintas agrupaciones tradicionalistas flanquearon al locutor Miguel Angel Gutiérrez en la inauguración de esta nueva edición de Cosquín cuando presentó a una poco conocida cantante lírica que entonó el himno nacional, pobremente acompañada por una defectuosa banda de sonido grabada. La plaza presentó una importante cantidad de público, aunque de ninguna manera puede hablarse de la tan ansiada por aquí "plaza llena", ya que un importante sector de las plateas más caras permaneció vacío. El show, que se inició con un inusualmente extenso espectáculo de fuegos artificiales, se abrió con la también extensa presentación del Ballet Nuevo Arte Nativo que dirigen los santiagueños Koki y Pajarín Saavedra en aplaudidas evoluciones sobre el escenario mayor, ahora mucho más amplio. Tras la danza, subió al escenario el primero de los números de jerarquía de la noche, Suma Paz, quien desde la sobriedad de su propuesta escénica -ella sola con su guitarra-, homenajeó a su maestro Atahualpa Yupanqui, presente a través de un video proyectado en una pantalla ubicada en la cumbre del escenario. La propuesta de la noche seguía sin conmover a nadie y Ariel Ramírez se llevó sólo los aplausos que le correspondían por su trayectoria, ya que Marcela Morelo, la cantante que lo acompañó, puso toda su voluntad, su manejo de escenario y su potente voz al servicio de un buen repertorio extraído de las mejores páginas de Ramírez, pero no llegó a levantar mayor entusiasmo en un público que permanecía bastante abúlico, en espera de algo más movilizador que no llegaba. Pero, como para desmentir a falta de criterio que se le suele atribuir, la platea reaccionó emotivamente ante la propuesta de Eduardo Falú, quien fue interrumpido por los aplausos. La gente, con el espíritu retemplado, retomó la iniciativa y recibió con algarabía la propuesta de Cuti y Roberto Carabajal. Tras esto llegó otro de los platos fuertes de la noche con Maximiliano Guerra, una de las atracciones principales del festival, y por fin el bullicio de Los Alonsitos, en el tradicional cierre brillante y "pum para arriba" que algunos consideran debe tener este festival donde, más allá de las retóricas, el folclore sigue siendo lo de menos. "Carnaval correntino" fue el pobre nombre de la iniciativa de Los Alonsitos, por lo demás muy buenos muchachos, que se coronó con la colorida presencia de comparsas que hicieron lo posible por reemplazar con color y bullicio el incurable criterio pasatista de la propuesta de estos correntinos empeñados en hacer del chamamé algo puramente festivo a base de letras intrascendentes.
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