Año CXXXIV
 Nº 49.004
Rosario,
domingo  21 de
enero de 2001
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Ni Washington ni Castro dan signos de torcer sus posiciones

Victorio M. Copa

La Habana. - La política de EEUU hacia Cuba se mantendrá al parecer inflexible para George W. Bush, quien asumió la presidencia como el décimo mandatario que su homólogo cubano Fidel Castro verá desfilar por la Casa Blanca desde la ruptura de relaciones hace 40 años. El 3 de enero de 1961, el presidente republicano Dwight Eisenhower rompía oficialmente los vínculos con La Habana, poco antes de entregar las lleves de la Casa Blanca a su sucesor demócrata, John F. Kennedy. Cuarenta años más tarde, el republicano George W. Bush ocupa la primera magistratura de la nación más poderosa del mundo como 43º mandatario de EEUU.
Desde entonces, su país ha logrado mantener su hegemonía, aún en medio de la virtualmente desaparecida Guerra Fría, con la disolución del bloque comunista soviético, pero ni Castro ni Washington dan signos de torcer sus posturas.
Las relaciones entre ambos vecinos siguen congeladas en un enfrentamiento que resulta anacrónico para el resto del mundo y que no forzosamente evolucionará bajo la presidencia de Bush. En su campaña electoral, el mandatario adelantó que no habrá cambios en la política del embargo (bloqueo para los cubanos) contra la isla hasta que no haya democracia y pleno respeto de los derechos humanos. "Cuba está preparada para el período post Bush y post imperialista", dijo Castro, que encabeza desde hace 42 años el único país socialista del hemisferio occidental, en respuesta a la política del nuevo mandatario norteamericano sobre el período post castrista.
Bush, según el criterio de algunos analistas internacionales, deberá sin duda tomar en cuenta las presiones del exilio anticastrista de Florida, donde su hermano, Jeb Bush, afectado políticamente por la polémica electoral de noviembre, necesita más que nunca los votos cubano-americanos para ser electo como gobernador del estado en los próximos comicios. Sin embargo, tampoco podrá ignorar los vientos de cambio que soplan desde hace varios meses en Washington en materia de política hacia Cuba, incluyendo el Congreso y en filas de su propio Partido Republicano, que mantiene el control de ambas Cámaras.
Grupos de cabildeo de empresarios y agricultores norteamericanos elevan cada vez más alto su voz en favor de un levantamiento al menos parcial del embargo para poder realizar negocios, y casi lo logran el año pasado.


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