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El Salvador, jaqueado por la distribución de la comida luego del sismo

El potente terremoto del sábado último que causó hasta ahora 681 muertos en todo el país plantea al gobierno un reto enorme: alimentar y alojar a cientos de miles de salvadoreños que quedaron sin vivienda ni recursos con que cubrir su sustento.
Solamente en Santa Tecla, capital provincial de la Libertad, una de las zonas mas afectadas por el terremoto, hay más de 12 mil personas que necesitan comida y albergues. "Si ya es una titánica tarea alimentar y alojar a casi 200 mil personas, doblemente es hacerlo cuando ellos están diseminados por todo el país", dijo Mauricio Ferrer, director general del Comité de Emergencia Nacional (Coen), en respuesta a las críticas por la demora en la distribución de alimentos y carpas, entre otros suministros.
El fuerte movimiento telúrico del 13 de enero, que además destruyó o dañó 123.998 viviendas, es una tragedia de mas difícil manejo que la causada por el terremoto de 1986 que mató 1.600 personas.
Los estragos que causó ese sismo fueron también enormes, pero los daños se concentraron en la capital salvadoreña, lo que facilitó la entrega de ayuda.
"Las autoridades no estaban preparadas para atender la magnitud de este desastre y luego han sido negligentes en la entrega de la ayuda", dijo el alcalde de Santa Tecla, Oscar Ortiz. "El Coen ha sido incompetente en distribución de la ayuda, en levantar y dotar nuevos albergues, por querer involucrarse y centralizar todo. Lo demás son excusas", agregó.
La escasez de albergues y la insuficiente entrega de suministros ya comienzan hacer estragos en muchos de los albergues, que por iniciativa de los alcaldes de las zonas más afectadas están recibiendo refugiados desde el sábado
"Estamos saturados", indicó el general de las fuerzas armadas mexicanas, Víctor Gutiérrez, que coordina todas las labores de reparto y distribución de alimentos en El Cafetalón, el cual con más de 11 mil refugiados es el mayor del país.
En El Cafetalón están refugiadas miles de personas que lo perdieron todo, otras que abandonaron sus viviendas todavía en pie por temor que finalmente caigan y damnificados de al menos 11 municipios vecinos.
En apenas seis días, las 34 toneladas de alimentos que trajeron los mexicanos se han consumido casi en su totalidad, "incrementando el peligro que de pronto estemos todos hambrientos", dijo Juan José Balladares, un panadero que quedó desempleado tras el terremoto.
Una situación semejante viven los refugiados del Departamento de Santa Ana, ubicado a unos 65 kilómetros al noroeste de San Salvador, en donde el gobernador dijo que el comité de emergencia local ya no dispone de víveres para entregar a los damnificados de la región.
En Santa Ana murieron 12 personas, 295 resultaron heridas, colapsaron 1.669 viviendas, y fueron evacuadas 7.523 personas.


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