Año CXXXIV
 Nº 49.001
Rosario,
jueves  18 de
enero de 2001
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Sheryl Crow: Una chica en el fin del mundo
La cantante dio un concierto refrescante de rock, country y blues

Sheryl Crow llegó bastante a destiempo. Ella ya no es la chica de tapa de las revistas de rock. Después de su éxito en el 93 aparecieron caras y voces nuevas, de todos los colores y estilos, desde Alanis Morissette hasta Lauryn Hill, pasando por Meredith Brooks y Shania Twain. Su mezcla de rock, country y blues ahora quedó fuera de los rankings, devorados por el rap blanco y el pop adolescente.
Por eso fue refrescante verla aparecer a las 20 en punto con su inseparable guitarra sobre el escenario de Vélez. Sheryl Crow, ahora con look rubio, entró rockeando sin miedo, demostrando por qué muchas veces los mismos Rolling Stones la convocaron para sus recitales. Aunque animaba con las palmas a la gente del césped, al principio le costó ganarse al público, pero el aplauso se fue calentando a medida que pasaban las canciones.
De su último disco de estudio, "The Globe Sessions", de 1998, Sheryl Crow presentó el hit "My Favourite Mistake", "Anything But Down" y la pegadiza "Mississippi", que puso al descubierto su raíz de rock sureño. Aunque el volumen fue inferior al de Sting, su voz sonó clara y potente, respaldada por una banda sólida y dúctil, enriquecida por el sonido del violín y el cello. La comunicación con el público fue escasa. Sheryl Crow preguntó a la gente si hablaban en inglés y la respuesta fue nula. Después balbuceó todo lo que sabía en español: "Queremos hacerlos bailar esta noche" y "Son todos maravillosos".
Ese problema se solucionó con el idioma común de los hits. "If It Makes You Happy" no sonó como en la MTV pero embriagó con un solo de cello. El público reconoció enseguida el cover de "Sweet Child of Mine", un clásico de los Guns and Roses. La Crow hace una versión muy fiel a la original, eléctrica pero de bajos decibeles, que hace que se extrañen esos gritos de Axl Rose que ponen la piel de gallina. "All I Wanna Do", la canción que la llevó a los rankings, no tuvo la misma respuesta. La gente no le prestó demasiada atención y pasó como un hit olvidado.
La guitarra continuamente colgando le impide moverse con libertad, pero Sheryl Crow jamás pierde su sensualidad, que nace de la combinación de su aguerrida actitud rockera y su sensibilidad femenina. Sólo cuando hizo la pegadiza "Every Day Is A Winding Road" (el tema que después versionó Prince) se desprendió de la viola y ensayó unos tímidos pasos de baile. Pero quedó claro que no es lo suyo. Después de una hora de rock, Sheryl Crow cerró a toda máquina con "The Goes The Neighbourhood", un temazo de su último disco, y hasta volvió para un bis, el acústico y bluesy "Strong Enough To Be My Man", que la mostró como esa clase de mujeres rockeras que siempre parece estar en extinción.



Sheryl y su inseparable guitarra, teloneros de Sting.
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