Año CXXXIV
 Nº 49.001
Rosario,
jueves  18 de
enero de 2001
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En un show envuelto por la nostalgia, Sting se presentó en Vélez ante una multitud
Sting: Entre la emoción y el piloto automático
El ex líder de The Police ofreció un recital donde al final quedó flotando la idea de que todo el presente del músico ya no es más que su pasado

Carolina Taffoni

Buenos Aires (enviada especial). Cuando Sting vino a la Argentina allá por el 87, el campo de River era un infierno y la platea no estuvo ni un minuto sentada. Catorce años después, en el estadio de Vélez, la platea permaneció casi todo el show inmóvil y de a ratos se alteró con algunos clásicos de The Police. Es evidente que el público de Sting ya quedó lejos de cualquier manifestación de euforia adolescente, tan cierto como que la posición de Sting cambió desde fines de los 80, y ahora parece estar desnudo sobre el escenario, solo con su música, despojado (y liberado) de significaciones y mensajes.
Igual su figura -radiante a los 49- bastó para que aproximadamente 30 mil personas en Vélez lo ovacionaran como si el tiempo no hubiera pasado. Sting ya no podría llenar River, pero todavía sigue convocando a pesar de la crisis, cuando muchos pensaban que, como era su cuarta visita al país y en medio de la sobreoferta de recitales que hay en estos días, pocos iban a pagar para verlo.
Así Sting le dio a la gente lo que la gente supuestamente esperaba, con un show a veces complaciente, a veces conmovedor y otras veces anodino. El recital zigzagueó entre la novedad reciclada y la nostalgia, entre la emoción verdadera y el piloto automático, y entre la frialdad de la puesta y el carisma de Sting. Los temas de su último disco, "Brand New Day", se alternaron con un recorrido por todas las épocas de su carrera, con muchos más hits que sorpresas.
En el público se mezclaban veinteañeros con mujeres de más de 30. Se veían desde bermudas hasta saco y corbata, y desde pelos largos hasta incipientes peladas. A esta altura se podría decir que hay toda una generación "S"": la que absorbió el mito de The Police inmediatamente después de su disolución y enseguida adoptó la carrera solista de Sting con todos sus símbolos y contradicciones.
Sting empezó con uno de los mejores temas de "Brand New Day", el climático "A Thousand Years". Arrancó tranquilo, sin impactar, él sabe que en la Argentina le alcanza un solo gesto de su mano (lo hizo) para meterse al público en el bolsillo. Después se fue al otro extremo, se remontó a su primer hit solista, "If You Love Somebody Set Them Free", pero ese híbrido jamás sonó como con aquella banda de negros, y hasta despidió un tufillo a rancio.
Sobre una escenografía sencilla, con telas blancas como fondo de un juego de luces, sobresalía en las dos pantallas de video la remera azul eléctrico del tecladista, que llevaba el logo de Madres de Plaza de Mayo.
Después de una versión floja de "After The Rain Has Fallen", Sting regresó otra vez a los 80 con "We"ll Be Together", que sonó bastante distinta a la original, más acelerada, funky y metálica, difícil de seguir para la gente que quería cantarla. Fue un signo de la característica que distinguió a su banda, donde figuran desde el guitarrista Dominic Miller hasta el batero Manu Katche. Ya en el próximo tema (otro nuevo), "Perfect Love... Gone Wrong", se acentuó la impronta jazzera, y la canción quedó atravesada por una suerte de jam session que incluyó desde un largo solo de trompeta hasta un rapero negro en persona. El pastiche por momentos resultó empalagoso, pero la gente lo siguió sin chistar ni bostezar.
Si al final triunfan las canciones, más allá de las versiones, Sting ganó muchos puntos con la melancólica "All This Time", del olvidado "The Soul Cages", y después hizo saltar la banca cuando se metió con el excelente "Ten Summoner's Tales". Ahí no hubo ninguna zapada, bastó con respetar la pureza de los temas. "Seven Days" nos recordó que, cuando Sting encuentra el corazón de ese híbrido de pop con tiempos jazzeros que él inventó, es sencillamente incomparable. También probó que aún puede emocionar con baladas como "Fields of Gold" o la poderosa "If I Ever Lose My Faith In You", por no hablar de la conmovedora versión cuasi acústica de "Shape of My Heart". Tal vez ese haya sido el único momento sublime del recital, cuando bajo una noche serena y cálida parecía que el tiempo se había detenido en algún lugar indescifrable. El show se desinfló con temas insulsos como "Fill Her Up", pero se recompuso con el estribillo de "Brand New Day", los aires árabes de "Desert Rose" y más trabajo para el espejo retrovisor. La voz de Sting y su banda (sobre todo el trompetista Chris Botti) brillaron en "The Moon Over Bourbon St.", esa balada jazzera del 85. El saturado "An Englishman in New York", casi un suvenir de su primer show en River, resucitó milagrosamente y volvió a levantar el corito de la gente.
El carisma de Sting hizo el resto. Sin ser un showman, bailoteó y también parloteó en español con (el nacido en Buenos Aires) Dominic Miller. El público que estaba en Vélez llevaba remeras de cualquier cosa excepto de The Police, pero igual se notó que para ellos esa era y sigue siendo la banda de rock más grande del mundo. Cuando empezó a sonar "Every Little Thing She Does Is Magic" el estadio se enloqueció como si lo hubieran embrujado. Y ese ritual se repitió con "Roxanne", "Every Breath You Take" y "Message In A Bottle".
Lo francamente inexplicable, más allá de los resultados, es por qué Sting recurre siempre a los mismos temas de The Police, teniendo tantos y tan buenos a su disposición. En ese sentido fue complaciente y hasta demagógico. Es cierto que renovó "Roxanne", tan trillado por las FMs nostálgicas y el MTV clásico, con un maquillaje dub y su interpretación brillante, y que "Bring On The Night" pegada a "When The World..." desembocaron en una jugosa zapada, pero la canción sigue siendo la misma.
Pasadas las 11, cuando ya había tocado una hora y media, los bises se encargaron de resumir el espíritu del recital. Sting, ese músico tan vitalmente coyuntural, se despachó solito con "Message In A Bottle" y después cerró con "Fragile", todo un símbolo lejano de su carrera solista. Al final quedó flotando esa única idea: que todo el presente de Sting ya no es más que su pasado, y que el sentimiento de nostalgia, tan combatido por él mismo en la era post Police, ahora es un refugio seguro para su música y para la gente que la escucha.



Sting mostró su nuevo trabajo y recordó a The Police.
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