Año CXXXIV
 Nº 49.000
Rosario,
miércoles  17 de
enero de 2001
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A diez años de la operación aliada para desalojar a los iraquíes de Kuwait
Saddam sobrevive en el poder
Ni la oposición, financiada por EEUU, ni los intentos golpistas lograron destronar al líder de Bagdad

Hans Dahne

Bagdad. - Tres veces por día George Bush recibe un baldazo de agua en el rostro. Luego de ello, una cuadrilla de limpieza friega la cabeza hecha de mosaico en el piso de la entrada del hotel Rashid de la capital de Irak, Bagdad. "Bush" debe ser lavado regularmente, porque todos los huéspedes se ven obligados a posar su calzado encima de él al entrar o salir del lugar. Hace diez años, durante la Guerra del Golfo Pérsico, la coalición encabezada por el entonces presidente estadounidense Bush le infligió al primer mandatario iraquí, Saddam Hussein, su hasta ahora peor derrota y humillación.
Sin embargo, hoy en día, mientras Bill Clinton termina de ordenar la Casa Blanca para dejarle el lugar al hijo de Bush, y los ex primeros ministros británicos Margaret Thatcher y John Mayor cayeron a su turno en las urnas, Saddam sigue estando en su lugar. Ha sobrevivido tanto al rey Hussein de Jordania, quien le retiró su amistad en 1995, como a sus rivales políticos, el jefe de Estado sirio Hafez el Assad y el ayatola Jomeini de Irán.
Los sucesivos directores de la comisión de la ONU para el desarme en Irak (Unscom), Rolf Ekeus y Richard Butler, a quienes Saddam declaró "archienemigos", tampoco lograron entretanto echar luz totalmente sobre el sospechado desarrollo de armamento de destrucción masiva y los misiles de largo alcance de Irak.
Saddam Hussein, de 63 años, logró hacer de su lucha por la supervivencia un arte, escribió la publicación especializada Foreign Affairs. La oposición iraquí en el exterior señaló alguna vez que el presidente tenía cáncer linfático, y más recientemente, a principios de enero, aseguró que había sufrido un ataque de apoplejía. Pero, según comentaristas árabes, estas versiones no son más que los últimos chispazos de esperanza de que se produzca una muerte natural de Saddam.
Ni la oposición, financiada oficialmente por EEUU con 96 millones de dólares, ni los golpes de Estado planeados por servicios secretos como la Agencia Central de Inteligencia (CIA) pudieron sacar al líder iraquí del poder.
El ataque estadounidense-británico, denominado Tormenta del Desierto, hizo temblar la posición de Saddam tan poco como el embargo impuesto por las Naciones Unidas hace diez años. Sólo una vez tambaleó el dictador, cuando tras el fin de la Guerra del Golfo, en marzo de 1991, la mayoría chiíta en el sur del país se levantó, pero fracasó por falta de ayuda exterior. Durante las más de dos décadas de gobierno de Saddam, desde julio de 1979, los 22 millones de ciudadanos iraquíes no llegaron a vivir dos años seguidos de normalidad, en condiciones pacíficas.
El ataque estadounidense-británico, denominado Tormenta del Desierto, hizo temblar la posición de Saddam tan poco como el embargo impuesto por las Naciones Unidas hace diez años. Sólo una vez tambaleó el dictador, cuando tras el fin de la Guerra del Golfo, en marzo de 1991, la mayoría chiíta en el sur del país se levantó, pero fracasó por falta de ayuda exterior. Durante las más de dos décadas de gobierno de Saddam, desde julio de 1979, los 22 millones de ciudadanos iraquíes no llegaron a vivir dos años seguidos de normalidad, en condiciones pacíficas.

Un país de la tortura
Saddam Hussein hizo de Irak una república de la tortura, el miedo y los informantes del servicio secreto, se queja el escritor iraquí Kanan Makiya. Hoy como hace diez años es prácticamente imposible mantener una conversación entre dos personas y sin espías, afirma. Desde que su partido Baath subiera al poder, en 1968, Saddam logró acallar cada intento de oposición y a cada adversario político. Los simulacros de procesos públicos contra judíos fueron seguidos por la persecución de kurdos, comunistas y representantes de la mayoría chiíta.
El propio Saddam ha desarrollado conductas casi paranoicas: vive permanentemente listo para escapar, cambia diariamente su cuartel general, de vez en cuando hace aparecer a su doble y es protegido por 40 acompañantes que prueban su comida antes que él. Hasta sus dos hijos sólo pueden acceder a sus aposentos privados luego de anunciarse y sin portar armas, se asegura.



Un tanque iraquí destruido en Basora, durante el comienzo de la invación a Kuwait en 1991.
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