La historia argentina registra varios clásicos. Opiniones que se dividen y que no aceptan el término medio. Uno de ellos es el que siguen protagonizando Carlos Salvador Bilardo y César Luis Menotti. Al principio fue una pelea que se limitaba al ámbito futbolístico, a los gustos que se inclinan por la estética del juego que le gusta a la gente o a la que está atada al resultadismo y al vale todo. Buena parte del periodismo deportivo ubicó a Menotti como el máximo representante del primer tópico y a Bilardo en el segundo. Cuando Bilardo lanzó su candidatura presidencial, Menotti no dejó pasar la oportunidad y le asestó un duro golpe, que potenció la guerra dialéctica entre ambos. Hay que agradecerle a la política que haya sacado a Bilardo del fútbol, ironizó el Flaco. La respuesta del Narigón no se hizo esperar: Menotti hace 20 años que vive hablando mal de mí. Además, le enrostró el intento fallido de Menotti en su aspiración de ser candidato a gobernador santafesino por uno de los sublemas del justicialismo, en las elecciones de 1995. Después de fracasar en Peñarol, fue a Rosario a postularse a gobernador y se volvió a Buenos Aires porque se dio cuenta que ni sus amigos lo votaban, disparó Bilardo a La Capital. La efímera postulación de Menotti fue fogoneada, en ese entonces, por el fallecido dirigente peronista Rubén Buscapié Cardozo. El Flaco pasó por Rosario con la promesa de poner un poco de pimienta a la compulsa electoral. Algunos pasacalles anunciaban su candidatura e, incluso, tenía previsto realizar un acto público. Pero nada de eso sucedió. El único recuerdo que dejó Menotti fueron algunas frases aisladas y para la antología. Duhalde es el nuevo Che Guevara, alcanzó a decir en el crudo invierno del 95. El ex DT de la selección campeona del mundo en el 78 intentaba diferenciarse del menemismo y pretendía seguir exhibiendo un perfil de izquierda, con la que siempre dijo sentirse identificado. Menotti es como el rabanito: es sólo rojo por fuera, solían chicanearlo desde la otra vereda ideológica, poniendo en evidencia que su discurso izquierdista era una mera retórica discursiva, como también su pregón al jogo bonito que les reclamaba a los equipos que dirigió y con los que no ganó ningún campeonato. La dicotomía Bilardo-Menotti también encontró tierra fértil en España. Cuando se enfrentaron Boca e Independiente en el 1996, la prensa ibérica promocionó el encuentro con un título tramposo: Pásala versus Písalo. Cuando La Capital lo consultó a Bilardo por las hirientes declaraciones de Menotti, sólo se limitó a enumerar las derrotas de su enemigo: Ya estoy cansado de que hable y nunca concreta nada. Vive de mí desde hace 20 años. Por eso, cuando le preguntan a Menotti cuál es su profesión, el dice: «bilardismo».
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